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domingo, 7 de septiembre de 2014

Donde guardas tus sentimientos



                                                                  A todos aquellos que al igual que yo, han tenido este deseo.


Todos hemos deseado alguna vez poder estar siempre con nuestros seres queridos, en la ciudad que más nos gusta o vivir en un eterno y siempre ansiado verano. A todos nos gustaría que no existiese la tristeza, ni el llanto, ni la pena.

Incluso, como lo más normal del mundo, todos hemos deseado en algún momento volver al pasado mientras recordamos momentos mejores. Y en muchas ocasiones hacer que corriese el tiempo.

¿Pero a alguien se le ha ocurrido alguna vez la idea de guardar sentimientos? Sí, al igual que tomamos fotografías para recordar como éramos el día de nuestra Primera Comunión, durante unas vacaciones con amigos o en días especiales con la familia...Si guardásemos los sentimientos, llegado el momento en que la tristeza asomase la cabeza a nuestras vidas intentando disgustar con su negrura, tendríamos la oportunidad idónea de sacar la alegría y el buen humor. En pocas palabras: volveríamos a sentirnos bien.

Los sentimientos deberían ser como los perfumes, concentrados, olorosos, de mayor o menor tamaño. Además, vendrían acompañados de una ventaja, serían gratuitos. Nuestros, individuales, de nadie más y no nos podrían hacer pagar por ellos. Ni ninguna persona sería tampoco capaz de arrebatárnoslos. Teniendo los sentimientos en un cofre, por pequeño que éste fuera, nos permitiría salvarnos de la desazón, provocada en la mayoría de los casos por desagradecidos, desalmados y en otras situaciones por problemas familiares.

Sucediese lo que sucediese, dejaríamos de sentirnos mal. La tristeza ya no tendría a que agarrarse, no hallaría cabida en nuestras vidas, porque la alegría se lo impediría. Por sí misma no podría continuar, ni tampoco acompañada. En definitiva, no podría. Sería una continua alegría, ¡los buenos momentos no desaparecerían!

Nos sería posible programar el tiempo que considerásemos oportuno para recordar y sentir la intensa emoción del amor o la producida por la obtención de algo que quisiésemos ver, tocar o poseer. Todo esto sería muy fácil, con un golpe de batuta o simplemente con un abrir y cerrar el cofre o cajita estarían las alegrías al alcance de nuestras manos. No como suele suceder, ya que lo habitual es que las penas tarden en desaparecer, conviviendo con nosotros día tras día. Y en ocasiones haciendo a las vidas desdichadas.

Me gustaría poder tenerlos en una cajita, sacarlos y tocarlos. Tenerlos a mi lado y poder instalarlos en el corazón.