viernes, 28 de noviembre de 2014

Suspirar

Hoy he dejado de respirar.
He dejado de respirar por los ojos que miran sin ver.

Por los oídos que oyen sin escuchar.

Por los besos que se dan porque sí,
sin pensar en todo lo que das con un beso.

Hoy he dejado de respirar.
He dejado de respirar por las veces que has dicho mi nombre y no has pensado en mi.
Por las veces que venías con prisa
sin entender los pequeños detalles.
Por las veces que me he roto sobre tus manos
sin ni siquiera darte cuenta.

Hoy he dejado de respirar.
He dejado de respirar por los momentos que fueron
y ya no son.
Por cada paseo en la playa que nunca terminó.
Por cada caricia que la piel me quemó.

Hoy he dejado de respirar...
He dejado de respirar con el corazón latiendo a mitad.
Pero aún sin respirar, irremediablemente,
me has hecho suspirar.





Por: Lady Writer
Twitter: @IreneNomada

jueves, 27 de noviembre de 2014

Sueño contigo

Te quiero en mis noches de infierno
en mis mañanas mojadas,
en la caricia de mi almohada,
en el roce de la toalla,
en el retén de mi sostén,
en el agua, que lava mi intimidad,


quiero amanecer en tu regazo,
confundida en tu abrazo, junto,
a la ambrosía de tu boca,
rociarme y llenarme con tu piel,
 de fruta fresca,
y reencontrarme,
 enardecida en tu mirada


Naciste















Naciste




*




Naciste tras un parto de vocales
(crisálidas aparte mariposa).
Pendiente de pretéritos cristales


buscaba que tu luz vertiginosa
hendiese toda carne como espada
etérea, flamígera o lustrosa


según me pareciera. Delicada
te vi crecer y dar a cada instante
la esencia de mi ser multiplicada


por ella, la absoluta interrogante.
Y ahora que ya vamos de la mano,
que somos una voz desconcertante;


¿me vienes a decir que todo es vano
si faltan la caricia imperceptible,
 y el austro de una fusa en el pïano?


¿Y dónde buscaré lo bonancible?
Del llanto nada espero y, por instinto,
mi mente se debate en la intangible


escucha de un recuerdo casi extinto.
Desecho, me atenaza mi natura
e intento liberar del laberinto


los sueños que una vez fueron locura
con forma de paisajes del pasado
y sendas por andar a la aventura.


Como ese amanecer junto a tu prado;
allí donde la vida es permeable
solaz que en la memoria he dibujado


igual que cuando fuimos: inmutable,
cuajándose de auroras y celajes
en un acariciar de seda amable


que Apolo ledo guarda entre ramajes
y bandos de estorninos, cuyo canto,
dedícase al placer en mil lenguajes


por ti, gacela indómita del llanto
eterno. De tus brazos la mañana
discurre hasta esconderse tras el manto


que cubre con ternura esa manzana,
la misma que desnudo fui a probar
cuando éramos dos ángeles sin grana


y tú me diste entrada hasta tu hogar.
Mas sé que ya no estás sino en mi mente
y escucho tus gemidos como un mar


que se alza embravecido al occidente
llevando tu mirada a fuego impresa
tatuada en mis arterias; un torrente


que bate mi latir y nunca cesa
 al orbe en derramar cada solsticio
la sangre de mi arcilla que te besa


prendida de tus alas hasta el juicio
final, en que mi espíritu y su cera
habrán de averiguar si algún resquicio


de amor quizás los torne en primavera
bendita para siempre; bien dispuesta
a verse en la ascensión hasta la esfera


celeste e inmarcesible en una fiesta
floral de melodías estelares.
Brillante, cada pétalo se apresta


refulgiendo por todos los lugares
en agua luminosa que me expande
sin mácula ni fin donde cantares


afluente de una vida, ya no grande,
inmensa en que la luna se sonroja
al ver el corazón del sol y el glande


del cielo atravesando el himen puro
del aire; renovando la utopía
en cálamos que beben de lo oscuro
y vuelan hasta hacerse poesía.




*
MM
*

Sueños de otoño














*





La tímida caricia del tiempo, que se va

apenas sin rozarlo, ya lejos de mi puerta,

me trae la fragancia lejana de los bosques

y el húmedo recuerdo de aquella infancia eterna.

Perdido en la memoria el viento se acumula

y dice su susurro que, sobre mi corteza,

los años han pasado por luces y penumbras,

acaso como sueños de otoño en primavera.

A cada paso el cielo, con sus miradas grises,

descubre que la lluvia que pare la belleza

es más que aquel bullicio de chopos y molinos

que baña la llanura entre las hojas secas,

crujientes, seductoras, llenando los vacíos

con esa luz difusa y aleve de la niebla.

Perdido en la memoria, el prado se adormece

debajo de la escarcha que besa la ribera,

camino de las horas donde dejé marchitos

el verde tintineo de abril, y esa acuarela

de nítidos matices, intensos como el barro

que nace de las aguas, donde la paz espera

gritándole al silencio que ya no queda nada

para desvanecerse al tacto de la hierba.

Quizás otra mañana despierte con el firme

aliento de encontrarme, y darme a la demencia

total de regresarme de nuevo a lo perdido,

pero esta lo que toca es ver si, por mi huerta,

rebrotan ya las cosas, dejadas al olvido

del frío del invierno, o siguen bajo tierra

sin ánimo ni vida, como mi corazón

que sigue hacia adelante, pues es lo que le queda.



*
MM

*




miércoles, 26 de noviembre de 2014

Lucía (continuación)

La tarde se inclina en pendiente
en la búsqueda de esos sueños dormidos,
que olvidaron sus razones para ser,
Y siendo lo que fueron no llegaron a nacer…


El invierno se acerca, los árboles desnudos se preparan para su crudeza,  el cielo despeja sus grises para dar paso al blanco de las heladas, el lago amaneció con una leve escarcha y el frío lentamente se cuela entre los dedos coloreando de rojo las narices, quisiera que estuvieras para quitar este miedo que me atormenta…

Hoy me hace falta tu arena para mojar  mis pies en tus playas, y sentir el bramido  de ti para ser en tus rocas, porque todo se oscurece si no estás junto a mí, son tus brazos mis cauces, las fuerzas que me impulsan a seguir, la razón por las que mis piernas se balancean a un ritmo vertiginoso, sin igual, siguiendo el ir y venir de la gravedad mi motor, tus besos ardientes como llamaradas endulzaron mis labios impregnando el sabor de los sueños, esperanzas que una vez tuvimos y compartimos, jugando al futuro, a la posibilidad de levitar en el amor una eternidad, donde los huracanes no quepan y las tormentas viajen efímeras sin anidar.

El cielo se adormece tibiamente entre los laureles de tus silencios, el crepúsculo retrasa su llegada entre  amapolas y jacintos, el día se convierte en cenizas y la nostalgia desembarca con sus trenzas largas, porque no estás para abrazarme y sentir que aún no es tarde para amar, que la niebla muy pronto se disipará dejándole paso a la claridad de nuestros sentimientos.

Lucía se sentía atemorizaba vulnerable a lo desconocido, sus ojos no llegaban a ver por dónde venía el peligro y solo podía pensar en su amor, Esteban.

Quizás solo se trataba de su gato algo inquieto, quien desacomodara su departamento, decidió regresar, había pasado un día dentro de la habitación del hotel.


Se dirigió al baño para peinarse sus cabellos, tomó su bolso y al llegar a la puerta vio un sobre en blanco, al abrirlo una nota que decía, “Siempre te encontraré”… Continuará



Lucía: XVI

martes, 25 de noviembre de 2014

Lucía (continuación)


Ema


Estando en su cama comenzó a dudar de su cordura, recorriendo todos los movimientos del día y de los demás días recordando haber visto ese rostro en distintos momentos, al observar desde la ventana lo podía ver en el parque mirando hacia el edificio, al ir de compras muy cerca del puesto de diarios, sabía que lo conocía o que lo había visto en reiteradas veces…

Tomó el libro y continuó leyendo la  atrapante y magnifica historia, pasadas las dos de la mañana despertó con el libro en sus manos, lo apoyó sobre la mesa de luz, se quitó sus anteojos y apagó la luz.

En la oscuridad de su cuarto se asomaban las luces de la calle, una suave brisa entraba por su ventana que al mover las flores de su jarrón despedían sus aromas inundando la habitación, cerró los ojos y un ruido la obligó a reaccionar, levantó su mano en busca de la perilla del velador pero algo o alguien la sujetó aprisionándola en su cama.

Desesperadamente intentaba gritar, pedir auxilio, pero le era imposible un paño tapaba su boca, trataba de pelear pero todo era inútil su cuerpo era frágil para defenderse de semejante acto de crueldad, comenzó a desvanecerse viendo su vida pasar, sus sueños, alegrías, tristezas, los viajes que postergó, las palabras que no pronunció, su mascota amada,  las palomas del parque que la esperaban cada mañana, recordó aquel joven tan amable, el recorrido del taxi, que sería sin saberlo su último viaje, ya nada más podría ser, y ese mensaje de su hija adoptiva que nunca llegó, todo se iba de su esencia, se alejaba para darle la entrada a él que llegaba con una mano extendida a buscarla con su traje blanco que tan bien le asentaba.

Se paró delante de ella, la tomó de su mano y escuchó su voz que le decía, ven, ven amor a mis brazos ya no temas, estoy contigo, y juntos  partiremos hacia la eternidad, me has esperado vida mía y aquí estoy para amarte por siempre…


Ema se aferró con todas sus fuerzas y vio, que ya no había dolor ni tristezas, estaba en paz, solo amor había en su corazón y en sus recuerdos, miró hacia la cama y yacía su cuerpo inerte a merced de ese monstruo, lo vio huir de su departamento dejándola sin vida, y ascendió con su marido que había venido a llevarla ante la presencia de dios… Continuará


Lucía: XV

Lucía (continuación)

Ema


Al  siguiente y rutinario  día decidió que iría al cine, se sentía ahogada por el encierro, se vistió elegantemente, blusa negra, pollera blanca con un cinto muy delicado dorado y sandalias al tono, lo acompañó con un collar de perlas y pulseras, al finalizar la función se dirigió a una cafetería donde disfruto de un exquisito café Italiano y masas,  al bajar del taxi, de regreso a su departamento se creyó observada, miró a sus espaldas sin poder ver nada, emprendió su entrada velozmente y con miedo, volvió a mirar y le pareció ver que alguien subía los vidrios negros de su automóvil importado. Le dio aviso al guardia, quien descreído la escucho sin darle la mayor importancia, con la promesa de verificar su veracidad.

 La noche siguiente recordó  el episodio y pensó que solo era fruto de su imaginación, recogió las sobras de la cena y salió al patio por las escaleras llevando la bolsa de basura, caminaba lentamente con mucho cuidado de no resbalar, le pareció escuchar un ruido extraño que la abrumó, apuró su andar y de repente se encontró con un señor que venía muy de prisa por las escaleras, algo le decía que no se trataba de alguien del lugar y desvió su mirada, el sí se fijó en ella y siguió.

Ema sentía miedo, pero se dijo así misma que ya estaba algo vieja para estarse inventando historias y mucho más para ser presa del pánico.

Al llegar a su piso se apresuró a entrar notando que su puerta se encontraba abierta, vaciló un instante preguntándose si entrar o no,  no recordaba si habría cerrado bien la puerta de entrada de su hogar, encendió las luces y se tranquilizó, se sirvió un vaso de agua fresca y apagó las luces de la cocina y se retiró a descansar… Continuará


Lucía: XIV



Lucía (continuación)

Ema

Ema se levantó esa mañana pensando en cómo sería su día desde que había enviudado solo la tristeza era su compañía, se asomó por la ventana y se encontró con el sol que tímido asomaba sus rayos y se filtraban por la cortina como queriendo rozar su piel.

Se dirigió a la cocina dio de comer al gato entrado en años que no cesaba de maullar intensa y lastimosamente, era su consentido.

Pensó en darse una ducha mágica bien caliente para aliviar sus dolores, pero antes de hacerlo se acercó a su computador como lo hacía cada mañana, esperando encontrar por sorpresa algún mensaje.

Caminó pausadamente hasta el baño y dejó deslizar su bata por la espalda, soltó sus largos y finos cabellos y se permitió empapar por el mágico chorro de agua que la hacía sentir de maravillas.

Al salir de la ducha como nueva, se vistió cómodamente con jeans y remera suelta, se colocó zapatillas con suelas de goma y un pañuelo al cuello color rosa, solía decir cómoda pero  sin perder la elegancia.

Después de desayunar, salió a la calle para hacer los mandados rutinarios, por el camino se detenía a conversar con las aves de la plaza le gustaba disfrutar de su compañía.

Al llegar a la verdulería Don Juan el verdulero la consentía regalándole siempre una fruta de más, ella abonaba con una gran sonrisa, prodigándole bendiciones para él y su familia.

Al salir se dirigió a la librería para ver si había llegado algún material nuevo, y vio para su sorpresa la nueva novela de su autora favorita, que la hacía soñar con sus escritos, Lucía Mileno, no tenía mucha información de su biografía, pero a ella eso no le importaba.

En la vereda de su departamento saludó al guardia de seguridad y le regaló una fruta, a la que él recibió amablemente como cada mañana, su departamento se encontraba en el cuarto piso, al subir al ascensor se encontró con un elegante joven bien parecido a quien saludo, no sin antes pensar como le hubiese gustado tener treinta años menos y conquistar a ese hombre tan apuesto, sonrió, no podía dejar de verlo, sus manos eran fuertes y a su vez delicadas.
Al salir del ascensor se sintió ruborizar, al verse embriagada con su fragancia varonil, de pronto sus piernas se aflojaron haciéndola tambalear y caer al piso, el joven al escuchar el estruendo regresó y la ayudó a reincorporarse y la acompaño a su puerta ofreciéndole llamar a un médico, a lo cual la señora se rehusó… Continuará



Lucía: XIII




Lucía (continuación)

Lucía regresó a la ciudad al llegar a su departamento hecho una mirada a la ventana del músico la vio medio levantada y sus cortinas cerradas, en silencio absoluto, antes de pasar por la casilla del guardia miró a sus espaldas y entró por la angosta puerta de la entrada al pasar notó que cuidador la observaba, ella simplemente siguió, algún día entendería cual era el motivo por el cual le incomodaba verlo.

Al entrar a su departamento notó algo diferente un aroma desconocido, sus cosas se encontraban movidas de su lugar, buscó en las habitaciones todo parecía revuelto miro por la ventana porque le pareció ser observada al no ver a nadie cerró las cortinas con rapidez, sintió como su cuerpo se estremecía del miedo.

 ¿Qué peligro la acechaba, quien había entrado en su cuarto?

Salió en busca de un lugar donde albergarse y pensar cuál sería su siguiente paso, se hospedó en un hotel céntrico se registró, y abonó la noche. En su habitación más tranquila sacó su diario de la cartera y escribió.

Querido diario perdón por haberte abandonado, tengo infinidad de cosas por contarte, prepárate, y ahí narro todo lo sucedido hasta ese día, en el último renglón subrayado escribió, siento que algo malo me puede suceder, a cada momento presiento una mirada sobre mí, al acecho…

 ¿Tendrá algo que ver con mis pesadillas? Y lo cerró… Continuará


Lucía:XII





Lucía (continuación)


Los días pasaban el tiempo corría sin deseos de detenerse Lucía visitaba Centros culturales, ferias, las bibliotecas de los lugares más remotos, sus valijas subían y descendían de los taxis, su euforia crecía a pasos agigantados, su rostro se empalidecía, demacrada ante tanto ir y venir durante el día y, por las noches reuniones, agasajos y cenas interminables. No tenía tiempo de pensar en lo que ocurría solo se dejaba llevar por la vida.

Esteban cada día con mayores ocupaciones debido a su nueva sociedad las horas se multiplicaban en su oficina los correos se apilaban con datos que solo él conocía, Sarita siempre a su lado, recargando su agenda.

Por las noches llegaba cansado a su departamento sin deseos de nada se duchaba y dormía, otras noches el insomnio se apoderaba de él, pensando en su amada Lucía, sentía una angustia indescifrable como si ella lo necesitara. Sarita solo esperaba.

Al fin llegó un día de descanso en su agenda, se encontraba en una población muy pequeña donde sus habitantes eran muy hospitalarios, los árboles seguían un orden, al igual que sus casas de un mismo diseño y colores, los jardines floridos muy bien cuidados por la callejuela central sus farolas intermitentes codificadas, las mujeres sonrientes le mostraban sus tejidos y bordados otras sus recetas sorprendidas por su sencillez le hacían invitaciones y regalos,  Lucía se acercó a beber café en una cafetería más alejada necesitaba desconectarse de las personas por un momento, un señor se acercó con su acordeón y le dedicó una canción, ella quedó impactada con la voz del músico callejero, era suave y melodiosa al darle propina el hombre sacó una flor de su sombrero y se la regaló… Continuará






 Lucía:XI

lunes, 24 de noviembre de 2014

Mi eslabón

Se estremece mi mirada al ver tu sonrisa explayada

cuando dirijo de reojo mi reflejo hacia el espejo,

y te veo en mis pupilas grabado en mis retinas

tu rostro,

eres el expreso con destino al amor,

que despierta al mañana desde el hoy abriendo

sus alas hacia tu orilla donde tus pies cultivan


la sonrisa que me anima a seguir 

Lucía (continuación)


La mañana llegó esplendorosa con aroma a jazmines colándose por la ventana, el vapor del café dibujaba imágenes efímeras en el aire vertiendo su aroma en cada habitación deslizándose por debajo de la puerta de entrada y filtrándose en los ascensores, escaleras y demás dependencias, cruzando la calle se dejaban oír las máquinas de los trabajadores municipales cortando el césped del parque podando las ramas rebeldes, acicalando su fachada, los rociadores funcionaban rítmicamente con su silbido agudo, unos perros se lanzaban a la carrera por atrapar los finos chorros de agua que de ellos salían, por la vereda oeste un gato arrabalero regresaba a su hogar luego de su trasnochar, los gorriones y calandrias aturdían con sus trinos, los ceibos pintorescos regaban con sus flores alfombrando el lugar.

De uno en uno, iban llegando los artesanos con sus mochilas en mano sus caras risueñas y sus prendas multicolores, Raúl acomodaba su puesto de diarios y vociferaba los aumentos con rabietas, mientras la pava hervida levantaba su tapa, Don Juan el verdulero lavaba su vereda con la manguera en la espera de que llegara la fruta fresca, escuchaba a Raúl y sonreía, sabía que si alguna mujer se detenía a hablar de los chimentos de la farándula se olvidaría muy rápidamente de los aumentos.

Lucía después de su baño fue a correr al parque, disfrutaba del olor a pasto fresco, corría sin cansarse, saludaba a la gente, sonreía, subía y bajaba las escalinatas se sentía frenética, entusiasta.

Después de varias vueltas aminoró su marcha y se dirigió a la librería de la avenida que se encontraba cerca, miró la vidriera y allí estaba, vio su rostro en la tapa del libro, contenta realizó las compras en los mismos sitios de siempre, conversó con Don Juan el verdulero, con Raúl el diariero y regresó a su departamento, no sin antes mirar si se encontraba su vecino el violinista, nada pudo ver, no había señales de él.

Mientras se duchaba pensaba en su amiga en lo distintas que eran y como se complementaban, Alicia era un ser con mucha luz muy agradecida con la vida,  en el vestidor tomó una de las bolsas que ella le regalara y se probó las prendas, imitó su manera de caminar, de hablar sus gesticulaciones y ademanes, no pudo contener la risa realmente la estimaba luego guardo cada cosa en su cubículo se vistió y salió a su entrevista sobre el nuevo libro y sus plazos fijados.

Caminaba por la calle radiante sin problema alguno que ensombreciera su rostro femenino, sus caderas se contoneaban con simpleza y gracias, sus curvas no pasaban desapercibidas, al mirar sus pestañas parecían seguir un ritmo prefijado dibujando el contorno de sus ojos.

Volteó para ver, sintió por un segundo que alguien la observaba, sonrió, se dijo así misma que necesitaba unas vacaciones para alivianar su extres… Continuará


Lucía:X
Imagen tomada de la web













Lucía (continuación)

La noche nítida los acogía con su manto de estrellas, por las calles los vehículos aceleraban como queriendo ganarle al tiempo un segundo más de vida, en las casas y departamentos todo seguía su curso una música allá a lo lejos, las bocinas y sirenas reportaban infinidad de vivencias, las luces brillaban  cegando a la oscuridad,  entre ellos solo reinó el silencio en sus pensamientos, Esteban descendió por las escaleras lentamente, no podía creer lo que acababa de suceder, había descubierto sus ansias por tenerlo, y su mundo se movilizó dejándolo sin reacción.

La deseaba intensamente con todas las fuerzas del amor, pero el necesitaba que fuese diferente, sentir su entrega espontánea deseosa de él, sin los efectos del vino, y se marchó.

Lucía no podía dejar de pensar en lo que su cuerpo le hacía sentir, en sus ansias por él, se recriminaba, acarició su vientre, se fue deslizando por el marco de la puerta y se preguntó por qué él había escogido retirarse, si ella lo había sentido en su piel, cuando él se estremecía temblorosamente al acercarse junto a ella, se quedó unos minutos sentada sobre el piso sin respuestas y mareada por los efectos del alcohol y se fue a dormir, mañana sería un nuevo día pensaría con mayor claridad... Continuará



Lucía: IX










Lucía (continuación)

Lucía llegó cansada de la firma del nuevo libro, su muñeca ya no resistiría una firma más, decidió que un baño con sales y música suave serían la solución, así lo hizo, encendió unas velas y el clima estaba propenso para la relajación que tanto necesitaba.

Al salir del baño se vistió cómodamente con remera, short y zapatillas, abrió una botella de vino, se sirvió y festejó su progreso. Con la entrega de este libro, había firmado un contrato para su nueva publicación.

No contuvo las ganas de reír y gritar que sentía, no importaba qué pensarían sus vecinos.
Sonó el teléfono, era su amiga Alicia la cual no había podido asistir al evento debido a que se encontraba de viaje de negocios, y juntas rieron y gritaron…

Al colgar volvió a sonar, pensó que su amiga habría olvidado algo que comentar.

Era Esteban con su encantadora voz, que hechizaba sus barreras descendiéndolas hasta el infierno, preguntaba si sería posible que subiera ya que se encontraba en la puerta del edificio, sin saber cómo reaccionar, contestó vacilante, sí.

De repente sintió como sus piernas se tambaleaban, no permitiría que nada arruinara su momento de gloria, caminó pausadamente hacia la puerta de entrada, delicada sutileza, agraciada belleza sus curvas, esperó, sabía que él no usaría el ascensor, al abrir la puerta, lo vio, parado con la  elegancia que lo caracterizaba, y, pensó en lo apuesto que se veía y sentía.

Lo invitó a pasar y su aroma la envolvió como en un sueño, hablaron, rieron, El joven se arremangó las mangas de la camisa de seda Italiana para abrir una botella, y se miraron detenida y pausadamente, ella fijó su vista en sus brazos, en sus manos fuertes y velludas. Recordó sus abrazos que la hacían sentir tan segura.  El, observó su escote, que si bien no era prominente, si era insinuante y provocativo, para él, que conocía lo que allí se ocultaba sin dejarse ver.

Esteban preparó la cena, sabía que ella no la prepararía, y se iría a la cama sin cenar, la conocía muy bien.

Después de verla cenar, se dispuso a despedirse, no quería de ningún modo hacerlo,  pero respetaría a su amada, así todo su ser le dijera lo contrario. Se acercó para saludarla y sus aromas se mezclaron, sintió como su cuerpo se erizaba junto con su piel, ella, sintió un nudo en la garganta, quería que él se lo pidiera, que deseara quedarse, lo deseaba con insistencia.

Esteban la miró y esperó, muy dentro suyo deseaba que ella le pidiera que se quedara, pero solo la abrazó y beso en la mejilla, podía sentir la proximidad de sus labios, sus tibios pechos pegados a su cuerpo, su perfume y la suavidad de sus cabellos, sus piernas temblaban, y se regocijó al saber que ella lo deseaba. Le robó un beso al cual ella disfruto y acompañó, se separaron sus cuerpos febriles y danzantes sedientos de ese tórrido encuentro y se despidieron… Continuará







domingo, 23 de noviembre de 2014

Lucía (continuación)

Esteban (continuación)

Se dirigió en su coche hacia la librería deseaba comprar el nuevo libro que su esposa Lucía había recientemente publicado, vio con gran alegría que se encontraba en la vidriera recomendado como todos sus trabajos, en su tapa al pie de la página el nombre de su autora, Lucía Mileno, el nombre del título lo impactó, “El final de un amor”  con impaciencia al llegar a su hogar desenvolvió con extrema rapidez su envoltorio de nylon, preparó café en su pocillo preferido y sin ponerse cómodo comenzó a leer, tal era su afán por su lectura que no advirtió el correr de las horas, miró en un pestañeo el reloj donde sus agujas marcaban las veintidós y cincuenta horas, guardó el libro en su biblioteca como si se tratara de un tesoro, a la espera de su regreso.

Se sirvió un sándwich de atún y una cerveza mientras recordaba cada letra leída detenidamente, las palabras les danzaban en su cabeza, ¿se refería a su amor, a sus historias? No, no se repitió así mismo, ella lo amaba y solo se estaba tomando un tiempo para recapacitar y encontrarse así misma renovada.

El nunca aceptaría que ella se había alejado de él, recogió las llaves de su auto para ir junto a su ventana como cada noche…  Continuará


Lucía VII

Lucía (continuación)

Esteban ( continuación)

Exhaustos durmieron juntos piel con piel sus cuerpos.

Al despertar se encontraba solo en la habitación, pensó detenidamente en lo que había sucedido, con seguridad sabía que no se trataba de un sueño, fue incorporando lentamente su desnudez y se dirigió al baño, no sin antes verificar si aún se encontraba su visita ( inesperada), ella ya se había retirado con su perfume.

Debajo de la ducha miraba fijamente el agua correr por su cuerpo, solo él y el agua.

 Sonó repetidas veces el teléfono, debió salir de prisa vistiendo solo unas gotas rezagadas.

Era la voz de un hombre con quién él debía encontrarse en cuestión de pocas horas, colgó y caminó hacia la web en busca de información, la gravó a una memoria y la colocó sobre su escritorio.

Ya en su vestidor eligió una camisa blanca, por ser de mañana un tono claro y fresco, zapatos y cinto al tono.

Se perfumó con su fragancia importada que lo volvía decididamente irresistible, luego se dirigió a un cajón, tomó una pequeña botella con la esencia de su amada (Lucia) y la vertió sobre su pañuelo.

Peinó sus abundantes cabellos negros, observó su rostro angular bien afeitado, el gris de sus ojos no reflejaban cansancio alguno.

Hoy bajaría por el ascensor, necesitaba estar presentable para la reunión, al llegar al auto contestó una llamada a su celular, se trataba de Sarita, preguntando si se presentaría en la oficina para comunicarle los movimientos agendados y el papeleo a firmar,  él contestó que no sin dar mayor información. 
  
Al llegar al lugar del encuentro programado constató que el restorán se encontraba lleno, tal y como él lo había pensado. 

Miró su mesa, y allí estaba su cita de negocios y muy sutilmente sus guardaespaldas regados por sitios estratégicos.

Se dirigió hacia allí con ímpetu, tratando de dar una imagen fría y segura, lo consiguió.

Lo estaban esperando, la reunión se llevó a cabo dentro del lapso establecido luego se retiraron, Esteban acompañó gentilmente a  su nuevo socio hasta la puerta de su coche y con un fuerte apretón de manos se despidieron… Continuará


Lucía VI