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martes, 30 de septiembre de 2014

El renacer

-Era una tarde de otoño gris en su corazón, la nostalgia se apoderaba de sus días,  recién llegaba al ocaso de los cincuenta así lo entendía él, de pronto sintió que su refugio no lo resguardaba del mundo exterior, la soledad hacía estragos en sus atardeceres de lectura, junto al calor de una ventana que le mostraba el afuera, el parque, con sus tonalidades terrosas que cambiaban  con el cambio de estación, en el aire se podía respirar el aroma a café con dos gotas de canela que se acercaba hasta donde él se encontraba pensativo...
-La mujer se mantuvo parada con la bandeja en sus manos cerca de la puerta de entrada de la habitación a la espera de su permiso y aceptación, el silencio reinaba en la estancia, de pronto un taconeo lo volvió a la realidad, mirando sorprendido la bandeja, había perdido la noción del tiempo…
-Bebió un sorbo y devolvió el café frío no era de su agrado, la asistente solo levanto el pocillo colocándolo sobre la bandeja y caminó con paso apurado hacia la cocina…
-No podía explicarse, como pudiera ser posible que no contase con la posibilidad de poder disfrutar de un buen café, recordó las referencias de la mujer al llegar a la entrevista de trabajo, y los motivos por los cuales su padre la había tomado como empleada rápidamente, sin mayores investigaciones ni consultas…
-Ahora él ya no estaba, todas sus responsabilidades estaban sobre sus espaldas, las cuales él se negaba aceptar, hundido en sus silencios, la melancolía era su único consuelo, permanecía horas,
Y días, sentado frente a esa ventana, mirando sin mirar su vida pasar…
-Su padre era su héroe, su amigo, lo era todo, si solo él hubiese tomado el volante, al contrario solo lo recriminaba por sus negociaciones, de las cuales el gozaba sus beneficios.
- Sus ojos cansados de llorar, no contaban ya con lágrimas, todas habían sido derramadas en nombre de ese sublime amor filial…
-Era sábado por la tarde los empleados se habían retirado, la casa se manifestaba vacía de vida en su interior, cuando daban las tres el timbre sonó, una, dos, más veces, la lluvia comenzaba a sentirse con mayor intensidad, asqueado del sonido decidió ir a ver, mirando por los ventanales nada se veía, la lluvia golpeaba fuerte, de pronto el silencio, más tarde un golpe…  Abrió.
-Era una joven de baja estatura, completamente mojada, que estornudaba continuamente soplándose la nariz con un pañuelo húmedo, la miró sin preguntar.
-Ella cansada de golpear al ver que no era invitada a entrar se abrió paso entre sus brazos pasando debajo, al interior de la casa, allí comenzó a quitarse el abrigo, calzado y demás prendas empapadas, preguntó dónde se encontraba el baño y hacia allí se dirigió.
-El observaba atónito sin reaccionar ante tanto alboroto, una sonrisa se dibujaba en su cara…
-Levantó las prendas del piso llevándolas al lavadero, precipitándose a conseguir una bata y un juego de toallas, mientras caminaba hacia el baño supo que estaba vivo, y que las esperanzas no habían muerto en él, quizás la vida le mostraba sus enseñanzas de una manera extraordinaria y sutil, ahora todo dependía de él, solo de él…


lunes, 8 de septiembre de 2014

Noche roja

- Es un proceso de aciertos y verdades, de sentimentalismos estamos llenos. - dijo el comisario; y caminó rumbo a la estación con pasos agigantados, unos firmes, otros desequilibrados, le anunciaban su sobrado cansancio. Mientras convencido pensaba - debo ser fuerte, consolidar la unión, lograr que reine la paz en el pequeño y lúgubre pueblo. - A dos cuadras podía divisar la muchedumbre enardecida con piedras y palos entonando cánticos en relación a su desagrado. Una voz faltante retumbaba en su cabeza oprimiendo anudando su garganta, sellando sus labios a un secreto que solo ellos dos, ambos, sabían él nunca hablaría. Más se acercaba al punto de encuentro donde lo esperaban por verlo accionar, su mente se alejaba de la realidad, desvaneciéndose su cuerpo en esa noche roja. - No sé hasta dónde soñarte, cuando decirte que te amo, respiran mis manos vacías sin tus manos acariciando mi piel. Tu piel que me quema y lacera hasta el quebranto - Quería decirle que la amaba, pero ella lo alejaba, lastimándolo hasta el hartazgo. Nuevamente regresaba a ese día a esa noche sin final. Caminaba apresuradamente, como queriendo ganarle al tiempo; sus palabras golpeaban fuerte, muy fuerte, sofocando los estallidos de sus tímpanos; su pecho se aceleraba y las venas se deshidrataban en una corriente desmesurada. Hasta cuándo soportaría tanto dolor... Su excesivo y desmesurado amor lo conducía a un laberinto sin salida, donde ella: voluptuosa, extremadamente hermosa, jugaba con él a las escondidas. Una jarra de agua fría lo revivió de su estado. Incorporándose, observó con sus ojos exaltados cómo cada personaje que allí se encontraba mantenía fija su mirada en él, que balbuceaba palabras en lenguajes extraños sin saberlo. Una mujer desgarbada llevó un pañuelo a su boca limpiándosela, lo pasó por sus contornos con delicadeza y suavidad y, al quitarlo, vio como las gotas de sangre que antes se encontraban en las comisuras de sus labios ya no estaban. Con voz autoritaria ordenó abandonar el lugar y regresar cada uno a su hogar en compañía de los suyos. Su cabeza no coordinaba necesitaba un poco de paz, aparte de un descanso reparador. Todo el pueblo de Alquitrán se encontraba allí, necesitaban respuestas, sus hijos, padres, vecinos iban desapareciendo sin dejar rastros y algo en su interior le ordenaba callar. Eran las veintitrés horas, tan solo cuatro más desde haber intentado el diálogo, el cielo se oscurecía y todo permanecía igual o peor. El aire se tornaba espeso y ese comisario, antes neutral y desenfadado, se encontraba a sí mismo nervioso, sediento y con un gran presentimiento. Sabía que ocurriría esa noche y seria el desenlace de algo ya antes anunciado en sus pesadillas; llamaba al orden, a un pronto regreso al resguardo de sus hogares, pero todo era caos y daban las doce, esa hora macabra: la hora sin perdón donde los fantasmas salían de sus tumbas, y lo siniestro deambulaba por las calles. Todo se tornó silencio, el miedo hizo acto de presencia y nadie pudo ver de dónde vino, tan solo llegó y se instaló, acabándolo todo y con todos y cada uno de los habitantes del pueblo de Alquitrán. - Mi amor te he esperado cada día aguardando en las sombras de sus almas, me he alimentado de sus miedos y fracasos solo para venir a ti… - Has permanecido en mí, en todo instante de cada vida que hemos cursado, he sido tu esclavo, tu fiel vasallo solo para demostrarte mi eterno amor, permíteme unirme y volar a tus brazos en cada reino, en toda vida, en cada ocaso que nos muera y reviva juntos y en la fusión de nuestros seres. - Así será amor mío, pero no esclavo, nunca vasallo, eres, fuiste y serás rey en mi penosa vida, mi amor por ti corrompe las barreras del tiempo y del infierno, solo para retornar a tus brazos… Así fue como vivieron eternamente seducidos y en el pueblo de Alquitrán solo quedo una sobreviviente de esa fatídica noche; una mujer antes desgarbada que sin saber apoyara su pañuelo, ahogando los gritos ante tanto horror, dejando escurrir dos gotas de sangre que en el inmundo retazo de tela se encontrara por las comisuras de sus labios…

Soy Amelia Orellano Bracaccini:
Encuéntrame en mi blog: ameliaorellanob.blogspot.com.ar/
En mi facebook, facebook.com/meli.queen.167

O en twitter , @AmeliaOrellanoB
Y en mi correo : AmeliaOrellanoB@gmail.com

jueves, 31 de julio de 2014

EL CUENTO.. MARTA Y EL ARCO IRIS



Ya había cesado la lluvia.
Marta miraba asombrada
como las flores sonreían y exhalaban 
un olor que adormecían los sentidos.

La lluvia caída había hecho que todas
las plantas estuvieran más relucientes y bellas.
Pero lo que más sorprendió y llamo la atención
de Marta era ese Maravilloso colorido que se 
veía allá arriba, en el cielo.
Estaba de un azul espléndido. Y en ese azul
se podía distinguir como (Un gran Abanico) de
distintos colores que dejo embelesada a Marta.

La niña llamo a su mamá.
Mamá, mamá...Y eso tan bonito que es? Preguntó.
Su mamá le explicó que eso era el "Arco Iris". Que
solía salir al finalizar la lluvia..Y que era para celebrar
que había Llovido....
Marta quedo muy sorprendida y maravillada de que 
eso tan bonito estuviera allí arriba en el Cielo...

Y pensó.!!...Y si atrapo un trocito de "Arco Iris"?
Y con él me hago un collar o una diadema, para mi pelo de rizos de oro,  pensó...
Pero como llegar hasta él.? Estaba tan alto, tan lejano...
Entonces dijo...Y si se lo pregunto a la Alondra que 
está cantando feliz en la rama de ese árbol?
Ella que vuela tan alto podría coger un trocito para mi.!!

Habló con la Alondra para convencerla de que la ayudara
a bajar un Cachito  de Arco Iris...
Su amiga la Alondra le dijo que si...Y voló y voló para llegar
hasta dónde estaba el Arco de Colores...
Y la niña esperó y esperó a que la Alondra volviera.
Pero su amiga no llegaba...Y lo que si llego fue la Noche.
Con su oscuridad y su tintinear de estrellas...Ya no estaba
el Arco de Colores...Y la oscuridad de la noche se cernía
por todo el cielo...Que triste estaba la niña, donde estaba
su amiga se preguntaba?

De pronto Marta oyó que algo repicaba en el cristal de
la ventana...Abrió y vio a su amiga la Alondra que traía en
su pico una Diadema...No era de colores...Era de Estrellas
que su amiga había cogido una a una para ella...
Y colocándole la Diadema en su Cascada de cabellos rizados,
la alondra cantó a Marta y está la abrazo y sé sonrieron.
La pequeña Alondra emprendió su vuelo y la niña fue feliz 
luciendo su Diadema de Estrellas....




Fuensanta Nicolás
Mi agradecimiento a todos los que leéis mis Poemas.
Seguidme en mi Web fuensantanicolas.jimdo.com



martes, 13 de mayo de 2014

Playa

Con el gris día, se volvía también gris la playa,
el mar azul que tanto amaba se remolineaba en colores
ajenos a lo que su memoria y corazón guardaba, era
como simple arena revuelta siendo arrastrada.
Caminaba a paso lento, mientras 
sentía la brisa fresca golpeándole la cara.
Sus brazos cruzados sobre el pecho,
su paso siempre pausado, su latir lento y sereno.
Aún no entendía si ella vivía en un recuerdo
o era el recuerdo el que constantemente la habitaba.
Los días grises tienen la desafortunada suerte
de despertar memorias dormidas y ella que ya vivía
entre los ayeres, no podía menos que palidecer y 
volverse tan gris,como en ese momento se mostraba la vida.
De el centro de su pecho revoloteaban historias
de cuento, palabras dulces de voces dormidas.
Bruma de amores que cegaban la mirada, entre
las saladas aguas de la melancolía acumulada.
Y el mar le cantaba tristes melodías
que solo se entendían con el alba.
Quiso ser ola, y estrellarse entre las rocas sin
desparecer del todo, cayendo fragmentada
y volviendo a ser un poco del mucho mar que
la rodeaba.
Separó sus cruzados brazos del pecho y sintió como
se le escapaba por un momento el amor 
con un batir de alas,los apretó de nuevo,
ocultando también su mirada, 
como si la arena y el cielo mismo estuvieran
atestiguando la tormenta que en ella iniciaba.
Y entonces miró al oscuro profundo gris del cielo,
entró despacio en ese infinito mar de tantísima agua.
Bajó nuevamente sus brazos, se deslizó despacio
una pequeña caja, la destapó delicadamente bajo el agua,
vio como las cenizas del ser que amaba,
se fundían con con el todo, con ése mar que en olas
la abrazaba y lanzó un grito profundo,descorazonado,
tan cierto como la soledad en la que su vida se hallaba,
maldijo, al tiempo, a la vida, a sus propias palabras
que a tiempo nunca fueron pronunciadas.
Volvió a la orilla, sintió como el agua
la salpicaba y la seguía, entonces, 
pronunció su despedida:
Yo te he amado y te amaré toda mi vida
y volveremos a ser agua del mismo mar,
cuando dentro de algún tiempo,
yo también me quede dormida.


                                                                    Soy Penélope
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