Ema
Estando
en su cama comenzó a dudar de su cordura, recorriendo todos los movimientos del
día y de los demás días recordando haber visto ese rostro en distintos
momentos, al observar desde la ventana lo podía ver en el parque mirando hacia
el edificio, al ir de compras muy cerca del puesto de diarios, sabía que lo conocía
o que lo había visto en reiteradas veces…
Tomó el
libro y continuó leyendo la atrapante y
magnifica historia, pasadas las dos de la mañana despertó con el libro en sus
manos, lo apoyó sobre la mesa de luz, se quitó sus anteojos y apagó la luz.
En la
oscuridad de su cuarto se asomaban las luces de la calle, una suave brisa
entraba por su ventana que al mover las flores de su jarrón despedían sus
aromas inundando la habitación, cerró los ojos y un ruido la obligó a
reaccionar, levantó su mano en busca de la perilla del velador pero algo o
alguien la sujetó aprisionándola en su cama.
Desesperadamente
intentaba gritar, pedir auxilio, pero le era imposible un paño tapaba su boca,
trataba de pelear pero todo era inútil su cuerpo era frágil para defenderse de
semejante acto de crueldad, comenzó a desvanecerse viendo su vida pasar, sus
sueños, alegrías, tristezas, los viajes que postergó, las palabras que no
pronunció, su mascota amada, las palomas
del parque que la esperaban cada mañana, recordó aquel joven tan amable, el
recorrido del taxi, que sería sin saberlo su último viaje, ya nada más podría
ser, y ese mensaje de su hija adoptiva que nunca llegó, todo se iba de su
esencia, se alejaba para darle la entrada a él que llegaba con una mano
extendida a buscarla con su traje blanco que tan bien le asentaba.
Se paró
delante de ella, la tomó de su mano y escuchó su voz que le decía, ven, ven
amor a mis brazos ya no temas, estoy contigo, y juntos partiremos hacia la eternidad, me has esperado
vida mía y aquí estoy para amarte por siempre…
Ema se aferró
con todas sus fuerzas y vio, que ya no había dolor ni tristezas, estaba en paz,
solo amor había en su corazón y en sus recuerdos, miró hacia la cama y yacía su
cuerpo inerte a merced de ese monstruo, lo vio huir de su departamento
dejándola sin vida, y ascendió con su marido que había venido a llevarla ante
la presencia de dios… Continuará
Lucía: XV
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