Los días
pasaban el tiempo corría sin deseos de detenerse Lucía visitaba Centros
culturales, ferias, las bibliotecas de los lugares más remotos, sus valijas
subían y descendían de los taxis, su euforia crecía a pasos agigantados, su
rostro se empalidecía, demacrada ante tanto ir y venir durante el día y, por
las noches reuniones, agasajos y cenas interminables. No tenía tiempo de pensar
en lo que ocurría solo se dejaba llevar por la vida.
Esteban
cada día con mayores ocupaciones debido a su nueva sociedad las horas se
multiplicaban en su oficina los correos se apilaban con datos que solo él conocía,
Sarita siempre a su lado, recargando su agenda.
Por las
noches llegaba cansado a su departamento sin deseos de nada se duchaba y
dormía, otras noches el insomnio se apoderaba de él, pensando en su amada
Lucía, sentía una angustia indescifrable como si ella lo necesitara. Sarita
solo esperaba.
Al fin
llegó un día de descanso en su agenda, se encontraba en una población muy
pequeña donde sus habitantes eran muy hospitalarios, los árboles seguían un
orden, al igual que sus casas de un mismo diseño y colores, los jardines
floridos muy bien cuidados por la callejuela central sus farolas intermitentes
codificadas, las mujeres sonrientes le mostraban sus tejidos y bordados otras
sus recetas sorprendidas por su sencillez le hacían invitaciones y regalos, Lucía se acercó a beber café en una cafetería
más alejada necesitaba desconectarse de las personas por un momento, un señor
se acercó con su acordeón y le dedicó una canción, ella quedó impactada con la
voz del músico callejero, era suave y melodiosa al darle propina el hombre sacó
una flor de su sombrero y se la regaló… Continuará
Lucía:XI
No hay comentarios :
Publicar un comentario