Lucía
llegó cansada de la firma del nuevo libro, su muñeca ya no resistiría una firma
más, decidió que un baño con sales y música suave serían la solución, así lo
hizo, encendió unas velas y el clima estaba propenso para la relajación que
tanto necesitaba.
Al
salir del baño se vistió cómodamente con remera, short y zapatillas, abrió una
botella de vino, se sirvió y festejó su progreso. Con la entrega de este libro,
había firmado un contrato para su nueva publicación.
No contuvo
las ganas de reír y gritar que sentía, no importaba qué pensarían sus vecinos.
Sonó el
teléfono, era su amiga Alicia la cual no había podido asistir al evento debido
a que se encontraba de viaje de negocios, y juntas rieron y gritaron…
Al
colgar volvió a sonar, pensó que su amiga habría olvidado algo que comentar.
Era Esteban
con su encantadora voz, que hechizaba sus barreras descendiéndolas hasta el
infierno, preguntaba si sería posible que subiera ya que se encontraba en la
puerta del edificio, sin saber cómo reaccionar, contestó vacilante, sí.
De
repente sintió como sus piernas se tambaleaban, no permitiría que nada
arruinara su momento de gloria, caminó pausadamente hacia la puerta de entrada,
delicada sutileza, agraciada belleza sus curvas, esperó, sabía que él no usaría
el ascensor, al abrir la puerta, lo vio, parado con la elegancia que lo caracterizaba, y, pensó en lo
apuesto que se veía y sentía.
Lo
invitó a pasar y su aroma la envolvió como en un sueño, hablaron, rieron, El
joven se arremangó las mangas de la camisa de seda Italiana para abrir una
botella, y se miraron detenida y pausadamente, ella fijó su vista en sus
brazos, en sus manos fuertes y velludas. Recordó sus abrazos que la hacían
sentir tan segura. El, observó su
escote, que si bien no era prominente, si era insinuante y provocativo, para
él, que conocía lo que allí se ocultaba sin dejarse ver.
Esteban
preparó la cena, sabía que ella no la prepararía, y se iría a la cama sin
cenar, la conocía muy bien.
Después
de verla cenar, se dispuso a despedirse, no quería de ningún modo hacerlo, pero respetaría a su amada, así todo su ser
le dijera lo contrario. Se acercó para saludarla y sus aromas se mezclaron,
sintió como su cuerpo se erizaba junto con su piel, ella, sintió un nudo en la
garganta, quería que él se lo pidiera, que deseara quedarse, lo deseaba con
insistencia.
Esteban
la miró y esperó, muy dentro suyo deseaba que ella le pidiera que se quedara,
pero solo la abrazó y beso en la mejilla, podía sentir la proximidad de sus
labios, sus tibios pechos pegados a su cuerpo, su perfume y la suavidad de sus
cabellos, sus piernas temblaban, y se regocijó al saber que ella lo deseaba. Le
robó un beso al cual ella disfruto y acompañó, se separaron sus cuerpos
febriles y danzantes sedientos de ese tórrido encuentro y se despidieron…
Continuará
No hay comentarios :
Publicar un comentario