miércoles, 12 de noviembre de 2014

Lucía

-La mañana incipiente irrigaba el paisaje humedeciendo los jazmines que generosos despedían sus aromas colándose por las transparencias de las ventanas, inundando todo el lugar tornándolo apacible y acogedor.

-Lucía despertó, miró a través de las cortinas y vio asomarse el día, respiró profundamente para embriagarse con sus fragancias, desde su ventanal podía divisar los dibujos de la ciudad que se encontraba en marcha, vapores y smog creaban una niebla ocultando gran parte de ella.

-Bendecía el momento en que decidió mudarse, si bien no era suficientemente espacioso su departamento, lo que le fascinaba era poder cruzar la calle y encontrarse con el parque, junto a la naturaleza que él le ofrecía, árboles florales y la brisa que recorría las copas de los pinos entremezclando los diversos aromas que cada uno de ellos desprendían.

-Le gustaba ver los perros refrescarse en el lago que allí había, jugaban sin preocupaciones se divertían, como ella al observarlos fascinada.

-Adoraba escuchar las risas de los niños al jugar, los vendedores con sus cantos ofreciendo las variedades de sus productos, los jóvenes que con sus instrumentos iban a ensayar, las personas se amontonaban a su alrededor expectantes de su música y estilo.

-Magos, payasos, actores callejeros se daban cita cada día, todos disfrutaban del espectáculo, risas, aplausos luego uno de ellos pasaba la gorra y se marchaban contentos hacia otro lugar.

-Desde el lado este del parque se podía ver la tranquilidad del río, con sus aguas apacibles, se encontraba cerca, más bien solo se debía cruzar la gran avenida con sus correntadas callejeras donde la velocidad zigzagueaba como vendaval.

-A lo largo de la orilla del río se encontraba el puerto, con sus galpones algo oxidados y olvidados, colmados de añejas historias de tiempos de herrumbres y abandonos.

-Allí, imponente de mansas aguas marrones los recibía el río, llegaban y encallaban enormes barcos de diferentes partes del mundo a la espera de poder cargar y descargar, nostálgicos marinos con sueños de sus tierras, rostros fatigados, con hambre de nuevas experiencias desembarcaban por las noches rumbo a los establecimientos de diversión nocturna y transitoria, donde los clientes podían beber, cenar y bailar en compañía de bellas señoritas que vaciaban sus bolsillos, llevándose no solo su dinero sino que también muchos de sus recuerdos.

-Lucía cada mañana bajaba a correr por el parque, le gustaba rodearlo y mezclarse con la gente ser una más, pero ese día no sentía deseos de salir, decidió quedarse en casa y acomodar viejas fotografías que la hacían rememorar cada momento en que las había tomado.


-Las apiló, tomo el baúl de los recuerdos y allí nuevamente las colocó, junto a una ramita de lavanda sujeta con una cinta rosa y otra carmín... Continuará

lunes, 10 de noviembre de 2014

A fuego lento

Me recordarás cuando tu voz pronuncie mi nombre sin
pensarlo tú siquiera,
cuando tu piel reavive las cenizas no esparcidas al viento,
y sangres en lamentos por mi ausencia,
cuando las llamas ardan en tu cuerpo y tu boca sedienta
desfallezca de pasión por mis besos,
cuando por las noches la luna ilumine el vacío en nuestro
lecho sin encontrar, tú, consuelo,
cuando los nudos internos se hagan eternos, y los
silencios atormenten tus heridas,
cuando las cicatrices se agiganten y se nieguen a cerrase,
ahí sé, amor mío…

Me recordarás… ¡Lo sé, lo sé muy bien!

Porque así, mi alma te ha sentido, recorriendo cada noche en
la soledad de un cuarto oscuro sin olvidos, quemando  cada
centímetro de mi cuerpo, mis arterias reviviendo la inagotable
espera, lacerando con tu voz de arena mis oídos, enviándome
a las profundidades del infierno, con la sola idea de tus manos
acariciando mis dimensiones, en todas y cada una de las estaciones…


Me recordarás, porque marqué tu vida a fuego lento y seguro,
así como tu huella esclavizó la mía…


Presos

Vio el reflejo de lo que pudo haber sido. 

Vio su mano acariciando su cuello.
Bajar por su espalda.
Perderse en su cuerpo.

Vio como bailaban bajo el otoño.
Queriéndose como nadie.
Amándose como nunca.
Vio el reflejo, y ya nada importaba.

Ahora lo de arriba estaba abajo,
lo de abajo estaba arriba.
Vio al árbol desear fundirse con el agua.
Vio a las hojas desear volver arriba.

Y todo empezaba donde terminaba.
Y todo terminaba donde empezaba.
Pues el deseo se convertía en reflejo.
Y el reflejo, los hizo presos.






Por: Lady Writer
Twitter: @IreneNomada

domingo, 9 de noviembre de 2014