Un café negro en
su pocillo,
desfalleciendo
medianamente tibio,
vapores fantasmales
técnicos dibujantes
de nuestros ecos,
la ciudad descansa
de un sábado agonizante,
inmersa en mis
adentros contemplo
mis pensamientos, en
la penumbra,
donde te pienso,
un vals danzante
resuena
al compás del
tiempo,
agujas rítmicas,
tiranas, aprisionando
pesadamente los
sueños.
Hoy te vi, en un
recuerdo,
junto a la
temprana llegada de la aurora,
cara amplia,
lánguida mirada,
tu voz, tu voz
huyendo
en compañía del
viento.
Ya no suenan las
campanas,
los pájaros
emigran su vuelo,
te sentí partir en
mis silencios,
la noche descalza
sus miedos,
susurros ausentes
en eternos
oídos de seda, las
palabras
sorprenden en manifestación
por vacías, no
olvidadas
promesas,
un pocillo vacío,
una cuchara
cae al piso, en mi
mente…
Tu nombre y el mío.
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