miércoles, 12 de noviembre de 2014

Lucía (continuación)

-Decidió que no se daría la ducha apresurada de cada día, hoy se relajaría.

-Puso a llenar la bañera con agua tibia, sales, roció aceites esenciales aroma a sándalo, rosa y violeta, música suave y romántica, era la música que a ella más le gustaba la hacía sentir relajada y encendió unas velas  torneadas de miel para acompañar.

-Se sumergió en compañía de su soledad, cerró los ojos almendrados y se transportó hacia otro sitio, en otro tiempo, a otra realidad cuando su mundo estaba colmado de caricias y besos, deseaba olvidar por un momento la soledad agobiante en la que se encontraba.

-Embriagada con sus recuerdos, las fragancias que desprendía el lugar, a la tenue luz de la vela y la resaca que ello le producía vio como su cuerpo se estremecía y se sintió extraña,
la melancolía se apoderaba de ella y su piel ardía de deseos reprimidos y olvidados.

-Los recueros de ese amor ausente seguían grabados con tinta indeleble, venían a su memoria como llamaradas ardientes una y otra vez, llenándola de ausencias y silencios, de pronto se encontraba en las reminiscencias de sus besos, sus tórridas caricias, los masajes en su cuello, su aroma a masculinidad, sus fuertes y cálidas manos acariciando todo su cuerpo haciéndola estremecer de placer.

-Como olvidar, como olvidar sus noches, sus mañanas amándolo en su lecho, los rayos del sol calentando sus cuerpos desfallecientes, como olvidar lo que una vez amo y le perteneció en cuerpo y alma, deslizó su mano derecha por su vientre tibio casi como un sutil roce, y fue jugando a soñar y se dejó llevar, y jugó, jugó, su respiración fue en aumento jadeos y suspiros, esas manos suaves y delicadas recorrían toda su longitud frenética y exquisitamente subían y bajaban haciéndola vibrar, un gemido suave ahogado esbozó con alivio, soltura y desahogo.

-Cerró los ojos con fuerza, profundamente como queriendo conservar ese mágico momento de satisfacción e íntimo para sí,  pero sus sentidos y todo su ser aún se mantenían temblando en pleno goce.

-Todo era silencio, la música había terminado, la vela se encontraba apagada y el agua yacía fría.

-Se envolvió con una toalla blanca reluciente que ella misma había bordado, jazmines con hilos de seda, esa había sido su inspiración para decorar su ajuar al comenzar su estadía de soltera, en las tardes frías se dedicaba a personalizar sus objetos creando un clima de romanticismo y color en todo su hogar.

-Al pasar por el pasillo que daba a su habitación se percató de la melodía que provenía del departamento continuo era un joven aprendiz de violín que hacía maravillas con el instrumento, dejo caer la toalla al piso y se dispuso a vestirse y disfrutar de ese sonido melodioso, sus ventanas se mantenían abiertas de par en par, y se embebió de ella. 

-Su estado anímico fue cambiando, una sensación de frescura la invadió y decidió salir a correr, su cuerpo se lo pedía a gritos, alimentó a su gato Naiel, se puso zapatillas y vestimenta cómoda para la ocasión.

-Al salir se cruzó con el portero quien limpiaba las escaleras, por lo tanto debió tomar el ascensor, al llegar a la puerta de entrada se encontró con el guardia de seguridad a quien miró sin saludar, le resultaba un ser funesto, ciertamente había algo en él que la irritaba.

-Caminó hacia la calle y dirigió su mirada para ver quién era que la observaba, con disgusto confirmo que se trataba del guardia desde su cabina, se apresuró para alejarse lo más pronto posible y se mezcló con el resto.

-Mientras corría pensaba en lo que había sucedido en su bañera y una agradable sensación la invadió, pudo sentir como se ruborizaba pero no le importó y continuó su andar.

-Se encontraba agotada después de varias vueltas, se sentó a la sombra, bebió agua y vio jugar a los niños por el tobogán, un perro chihuahua corría detrás de una pelota sin poderla alcanzar, a lo lejos un grupo de ancianos se batían a duelo en un partido de bochas con sus lentos y frágiles movimientos.

-Recordó que debía hacer las compras, pasaría primero por la verdulería de Don Juan, en busca de verduras, frutas y alguna ensalada, Juan el verdulero siempre le permitía elegir a su gusto, así poder disfrutar de su grata compañía y de sus exuberancias que a él tanto le gustaban, luego de una extensa y complaciente charla, Lucía pasó por el diario donde se encontraba Don Raúl el diariero, un Italiano que venía escapando del hambre y del polentoni, como él decía.

-Hablaron del tiempo, de cuanto habían subido los precios y de algún chisme de la farándula porque de eso sí que estaba siempre informado él.

-Luego fue por los demás comestibles y bebidas que necesitaría.

-De regreso a una cuadra de su casa se escuchaba el sonido del violín de su vecino, miró, quizás podría verlo manipular el instrumento, pero nada pudo ver, era un misterio por  resolver.

-Al subir por las empinadas escaleras se acercó el joven portero, para notificarla que había deslizado por debajo de su puerta su debida correspondencia, ella le agradeció con una enorme sonrisa, seguramente cuentas que saldar, facturas y publicidad se dijo para sí.

-Al entrar se encontró con un sobre delicadamente perfumado de fino papel,- ¿de quién será? Se preguntó, carecía de remitente, solo su nombre y dirección.

-Rápidamente lo abrió sin romperlo, se trataba de una nota de su ex, con un delicado papel rosa perfumado finamente envejecido como solo le gustaba a él ser, meticuloso y obsesivo.

-Lucía se sentó para poder leer, un nudo en su garganta no le permitió emitir sonido alguno ni llorar, solo leyó y la colocó por un instante cerca muy cerca de su corazón y la apretó fuerte muy fuerte.

-Sentimientos confusos no le permitieron seguir con la lectura, la vista se le había empañado con incesantes lágrimas que corrían en busca de su cauce, colocó nuevamente la carta en el sobre de donde pensó nunca debió haberla sacado... Continuará


(Imagen tomada de la web)
Lucía cuenta con DERECHOS DE AUTOR

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