-Decidió que no se
daría la ducha apresurada de cada día, hoy se relajaría.
-Puso a llenar la
bañera con agua tibia, sales, roció aceites esenciales aroma a sándalo, rosa y
violeta, música suave y romántica, era la música que a ella más le gustaba la
hacía sentir relajada y encendió unas velas torneadas de miel para acompañar.
-Se sumergió en
compañía de su soledad, cerró los ojos almendrados y se transportó hacia otro
sitio, en otro tiempo, a otra realidad cuando su mundo estaba colmado de
caricias y besos, deseaba olvidar por un momento la soledad agobiante en la que
se encontraba.
-Embriagada con sus
recuerdos, las fragancias que desprendía el lugar, a la tenue luz de la vela y
la resaca que ello le producía vio como su cuerpo se estremecía y se sintió
extraña,
la melancolía se
apoderaba de ella y su piel ardía de deseos reprimidos y olvidados.
-Los recueros de
ese amor ausente seguían grabados con tinta indeleble, venían a su memoria como
llamaradas ardientes una y otra vez, llenándola de ausencias y silencios, de
pronto se encontraba en las reminiscencias de sus besos, sus tórridas caricias,
los masajes en su cuello, su aroma a masculinidad, sus fuertes y cálidas manos
acariciando todo su cuerpo haciéndola estremecer de placer.
-Como olvidar,
como olvidar sus noches, sus mañanas amándolo en su lecho, los rayos del sol
calentando sus cuerpos desfallecientes, como olvidar lo que una vez amo y le
perteneció en cuerpo y alma, deslizó su mano derecha por su vientre tibio casi
como un sutil roce, y fue jugando a soñar y se dejó llevar, y jugó, jugó, su
respiración fue en aumento jadeos y suspiros, esas manos suaves y delicadas
recorrían toda su longitud frenética y exquisitamente subían y bajaban
haciéndola vibrar, un gemido suave ahogado esbozó con alivio, soltura y
desahogo.
-Cerró los ojos con
fuerza, profundamente como queriendo conservar ese mágico momento de
satisfacción e íntimo para sí, pero sus
sentidos y todo su ser aún se mantenían temblando en pleno goce.
-Todo era
silencio, la música había terminado, la vela se encontraba apagada y el agua
yacía fría.
-Se envolvió con
una toalla blanca reluciente que ella misma había bordado, jazmines con hilos
de seda, esa había sido su inspiración para decorar su ajuar al comenzar su
estadía de soltera, en las tardes frías se dedicaba a personalizar sus objetos
creando un clima de romanticismo y color en todo su hogar.
-Al pasar por el
pasillo que daba a su habitación se percató de la melodía que provenía del
departamento continuo era un joven aprendiz de violín que hacía maravillas con
el instrumento, dejo caer la toalla al piso y se dispuso a vestirse y disfrutar
de ese sonido melodioso, sus ventanas se mantenían abiertas de par en par, y se
embebió de ella.
-Su estado anímico
fue cambiando, una sensación de frescura la invadió y decidió salir a correr,
su cuerpo se lo pedía a gritos, alimentó a su gato Naiel, se puso zapatillas y
vestimenta cómoda para la ocasión.
-Al salir se cruzó
con el portero quien limpiaba las escaleras, por lo tanto debió tomar el
ascensor, al llegar a la puerta de entrada se encontró con el guardia de
seguridad a quien miró sin saludar, le resultaba un ser funesto, ciertamente
había algo en él que la irritaba.
-Caminó hacia la calle
y dirigió su mirada para ver quién era que la observaba, con disgusto confirmo
que se trataba del guardia desde su cabina, se apresuró para alejarse lo más
pronto posible y se mezcló con el resto.
-Mientras corría
pensaba en lo que había sucedido en su bañera y una agradable sensación la
invadió, pudo sentir como se ruborizaba pero no le importó y continuó su andar.
-Se encontraba
agotada después de varias vueltas, se sentó a la sombra, bebió agua y vio jugar
a los niños por el tobogán, un perro chihuahua corría detrás de una pelota sin
poderla alcanzar, a lo lejos un grupo de ancianos se batían a duelo en un
partido de bochas con sus lentos y frágiles movimientos.
-Recordó que debía
hacer las compras, pasaría primero por la verdulería de Don Juan, en busca de
verduras, frutas y alguna ensalada, Juan el verdulero siempre le permitía
elegir a su gusto, así poder disfrutar de su grata compañía y de sus
exuberancias que a él tanto le gustaban, luego de una extensa y complaciente
charla, Lucía pasó por el diario donde se encontraba Don Raúl el diariero, un
Italiano que venía escapando del hambre y del polentoni, como él decía.
-Hablaron del
tiempo, de cuanto habían subido los precios y de algún chisme de la farándula
porque de eso sí que estaba siempre informado él.
-Luego fue por los
demás comestibles y bebidas que necesitaría.
-De regreso a una
cuadra de su casa se escuchaba el sonido del violín de su vecino, miró, quizás
podría verlo manipular el instrumento, pero nada pudo ver, era un misterio
por resolver.
-Al subir por las
empinadas escaleras se acercó el joven portero, para notificarla que había
deslizado por debajo de su puerta su debida correspondencia, ella le agradeció
con una enorme sonrisa, seguramente cuentas que saldar, facturas y publicidad
se dijo para sí.
-Al entrar se
encontró con un sobre delicadamente perfumado de fino papel,- ¿de quién será?
Se preguntó, carecía de remitente, solo su nombre y dirección.
-Rápidamente lo
abrió sin romperlo, se trataba de una nota de su ex, con un delicado papel rosa
perfumado finamente envejecido como solo le gustaba a él ser, meticuloso y
obsesivo.
-Lucía se sentó
para poder leer, un nudo en su garganta no le permitió emitir sonido alguno ni
llorar, solo leyó y la colocó por un instante cerca muy cerca de su corazón y
la apretó fuerte muy fuerte.
(Imagen tomada de la web)
Lucía cuenta con DERECHOS DE AUTOR
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