Hace algunas semanas alguien a quien admiro mucho sugirió que me aventurase en el mundo de la literatura infantil. Y aquí tenéis el resultado. Pensar en "bajito" no es fácil. Dedico esta aventura a mis compañer@s de blog, especialmente a l@s que tienen "bajitos" en casa o cerca y a tod@s los que nos leéis. Gracias por la paciencia. Y por favor...sed benevolentes...hace mucho tiempo que no soy bajita...
Nunca
había estado tan asustado. Ni siquiera el día que aprendió a volar lo estuvo
tanto como ahora. Siempre se metía en líos. Sus hermanos le dijeron que no
debía volar lejos del grupo. Pero no pudo evitarlo.
Desde
que Mauricio el Ratón había regresado después de visitar a sus parientes de la
ciudad, no dejó de hablar de los pájaros gigantes que había visto desde la casa
de sus tíos.
Mauricio
y él nacieron hacía dos años el mismo día de primavera. La familia de Mauricio
vivía en un hueco de la palmera en el que sus padres instalaron el nido.
Se
metió en el primer problema a los pocos segundos de romper la cáscara del huevo
del que nació. Fue el último de la pollada en salir. Sus padres ya sabían que
no sería fácil educarle. Las semanas que pasó en el interior del huevo no dejó
de moverse y raro era el día en que no rodaba por el nido y tropezaba con sus
hermanos.
Su
madre le empujaba con suavidad hasta el centro mientras su padre movía la
cabeza y se preocupaba. Si seguía siendo revoltoso cuando naciera, los
problemas estaban asegurados.
O
tal vez no, porque el hermano menor de su padre fue igual de travieso y al
final se convirtió en instructor de vuelo para los polluelos.
El
día que nació rompió con tanta fuerza la cascara del huevo que salió rodando,
llegó al borde del nido, cayó al vacío y estuvo a punto de romperse el pico,
cuando se enredó en una rama tierna y quedó colgando a poca distancia del
suelo.
Cuando
abrió los ojos, vio a alguien que le observaba atentamente. Mientras le ayudaba
a bajar de la rama, se presentó muy cortés. Era Mauricio Ratón, acababa de
nacer y cuando fuese mayor viajaría lejos.
Desde
ese momento fueron grandes amigos y no se separaron nunca.
Y
ahora estaba no sabía dónde, lejos de casa y muy asustado. Dichoso Mauricio,
sino le hubiese contado aquellas historias de pájaros gigantes que volaban y se
perdían en la línea del horizonte.
En
ese momento recordó lo que le decía su madre. Que no podíamos culpar a los
demás de las decisiones que tomábamos. Y mamá nunca se equivocaba.
Así
que él era el único responsable de estar allí…en medio de…no tenía ni idea. Lo
que si sabía era que estaba cansado, tenía hambre y echaba de menos su casa.
Vio
un árbol, voló hasta la copa y desde allí vio observó que el sol estaba alto.
Así que calculó que hacía tres días que estaba lejos de casa.
Estaba
tan concentrado buscando una solución a sus problemas que no se dio cuenta de
que alguien más estaba junto a él.
Se
sobresaltó al escuchar el sonido de unas campanillas y de nuevo estuvo a punto
de caer al vacío pero se quedó flotando en el aire cuando aquel extraño ser le
lanzó un puñado de polen brillante y apuntándole con una vara de roble hizo que
se posara de nuevo en la rama del árbol.
La
miró asombrado. Era una criatura preciosa. Nunca había visto a alguien así.
Estaba rodeada de una luz brillante que cambiaba de color según se movía. Y
sonreía de una forma…
-Hola
¿Cómo te llamas?
Y
tenía una voz que sonaba como gotas de rocío tocadas por el viento.
-Hola…me
llamo Gilberto…Gilberto Loro
-Yo
me llamo Rosina y soy una Xana
-¿una
Xana?
-Oh
perdona…no eres de por aquí ¿verdad?
-No…soy
de la Selva... ¿qué es una Xana?
-Un
hada…
-Lo
siento pero en la Selva en donde vivo no hay…xanas…
-Seguro
que sí pero no las habrás visto…somos muy tímidas…Y bien Gilberto Loro ¿Qué
haces en mi bosque?
-Intento
volver a casa…pero no sé cómo hacerlo.
-Yo
tampoco sé cómo ayudarte…pero tengo una idea.
-¡Tienes
alas!
-Pues
claro…las xanas tenemos alas y sabemos volar…por eso estoy aquí arriba. He
perdido de vista a mi grupo de vuelo. Soy un poco novata…mejor dicho soy muy
novata. La clase de hoy era para aprender a hablar con las flores…pero…
-No
me digas más…te has despistado…
-Siiii….¿cómo
lo sabes?
-Porque
es lo que me pasa a mi…que vuelo y sigo volando y cuando me doy cuenta he
perdido el rumbo y no sé cómo volver a casa.
De
pronto se dio cuenta de que estaba solo y le hablaba al aire.
-¿Rosina?
¿Dónde estás?
-Aquí
arriba…ahora vuelvo.
Levantó
la vista y la vio volando en círculos. Los rayos de sol la hacían brillar mucho
más que antes. Era preciosa. De pronto subió más alto y se lanzó en picado
contra el árbol, riéndose y gritando feliz. Y cuando parecía que estaba a punto
de chocar contra la rama, frenó la velocidad, se quedó suspendida en el aire y
se posó lentamente junto a Gilberto.
-Vuelas
muy bien.
-Estaba
comprobando mis alas…son nuevas y aún no me he acostumbrado.
-¿nuevas?
-Si…
¿son monas verdad?...me ha costado mucho ganarlas. Siempre fallaba en el
hechizo de las violetas, pero el día del examen lo conseguí.
No
tenía idea de lo que hablaba. Alas, hechizos, violetas…pero no le importaba.
Era una delicia escucharla. Ya no estaba asustado, ni cansado ni tenía hambre.
-En
fin creo que ya he hablado demasiado sobre mí. Mi maestra me lo dice. Que hablo
mucho y no se escuchar. Dice que soy una charrana. Perdona, he olvidado que no
hablas como nosotros. Mi maestra dice que hablo mucho y que no escucho a los
demás. Por eso soy una charrana, una charlatana.
Y
mientras le explicaba todo esto seguía volando de un lugar a otro, el sol
seguía iluminándola y él era incapaz de hablar.
-¡Ya
lo tengo!
-¿El
qué?
-Que
ya sé cómo ayudarte para que vuelvas a tu casa. Pero tendremos que esperar a la
noche.
-¿A
la noche?
-¿Siempre
hablas haciendo preguntas?
-¿Preguntas?
-Lo
ves…jajaja…no dejas de hacer preguntas. Bueno no importa. Te decía que
esperaremos a la noche para hablar con Magnus Buho. Lo sabe todo, todo. Seguro
que nos ayuda.
-Eres
muy amable.
-Está
en la naturaleza de las Xanas. Somos amables y cuidamos de las criaturas del
bosque o de la selva. ¿Tienes hambre? Oh seguro que sí. ¿Puedes volar? Eso
espero. Vendrás conmigo a la aldea y cuando llegue la noche volveremos.
Y sin darle tiempo a abrir el pico empezó a volar en
dirección Norte.
Cuando
llegaron a la copa del árbol la Luna y Venus estaban altas en el cielo.
Del
interior del tronco del árbol salía una luz suave y una voz grave.
-Chicas
por favor si seguís moviéndoos tanto no podré leer este pergamino.
Varias
voces agudas sonaron alborotadas.
-Perdona
Magnus pero es difícil estarse quieta
-Si
Magnus…me canso.
-Y
yo.
-Vale…lo
intentamos una vez más y luego descansamos.
-Gracias
Magnus
-A
vosotras…me ayudáis mucho.
Gilberto
habló en voz baja
-¿Quiénes
son?
-Magnus
Buho y las hermanas Luz. Ellas le ayudan a leer sus pergaminos mágicos hasta
que Rudolf Ardilla reparé las gafas de Magnus.
-Oh
vaya
-Y
ahora, a por Magnus. Tenemos trabajo.
No
le dio tiempo a responder. Xana ya estaba junto al hueco del árbol.
-Magnus…
-¿Quién
es?
-Xana
Rosina. ¿Puedo pasar?
-Por
supuesto pequeña. Adelante…
-Oh
Magnus me encanta que me llames pequeña.
-Pues
claro que lo eres. Acabas de cumplir 300 lluvias. Comparada conmigo eres tierna
como un capullo de violeta.
-No
me hables de violetas por favor.
Magnus
empezó a reírse muy fuerte
-Ya
me contaron el resultado de tu examen…con lo sencillo que es el hechizo de
violetas…jajajaja en fin pasa, no te quedes en la puerta.
Xana
le hizo un gesto a Gilberto para que esperase. Antes de entrar en la casa,
cerró los ojos y se concentró. Sus alas se hicieron más y más pequeñas hasta
permitirle entrar.
-Hola
chicas
-Hola
Xana
-Magnus
¿podemos descansar ahora?
-Si
queridas. En la cocina entrareis unos platillos de néctar.
-Gracias
Magnus.
Mientras
las hermanas Luz volaban hacia la cocina, Magnus se acomodó en una rama seca.
-¿Qué
puedo hacer por ti Xana?
-Verás
Magnus tengo un amigo que necesita tu ayuda…
-¿Tu
amigo está por casualidad en mi porche, tiene plumas de colores y procede de la
Selva?
-Siii…eres
genial Magnus…Gilberto entra…Magnus sabe que estás aquí.
Gilberto
entró con mucho cuidado.
-Buenas
noches
-Adelante
muchacho. Adelante. ¿Puedes acercarte un poco más?
Magnus
cogía con la punta del ala derecha una gran lupa que acercó a la cara de
Gilberto. De pronto empezó a sonreír.
-Por
todas las papayas…Tú eres pariente de Bruno Loro.
-Pues
sí señor. Es mi tío
-Oh
el viejo Bruno. ¿A qué se dedica ahora?
-Es
instructor de vuelo de polluelos novatos.
-Vaya
ha sentado las plumas. Le conocí en uno de mis viajes a la Selva. Un tipo muy
divertido. ¿Tu padre sigue siendo tan…serio?
-Pues
sí.
-No
me digas más. Has salido como tu tío un poquito aventurero.
-Bueno
mis padres y mis hermanos no lo definirían así.
Magnus
empezó a reírse con ganas, muy fuerte, tanto que casi se cae de la rama.
-Oh
casi puedo oír a tu padre regañándote. Imagino lo que ha pasado. Has llegado
aquí sin saber cómo y ahora no tienes ni idea de cómo volver a casa.
-Más
o menos señor. Me metí en un pájaro de metal y…
-Los
pájaros de metal…son maravillosos. Pero debes tener cuidado porque si te pasa
otra vez es probable que no encuentres a otro amigo de tu tío. Y por favor
llámame Magnus.
-De
acuerdo Magnus. Xana dice que puedes ayudarme a regresar a casa
-Sí.
Será más fácil de lo que crees. Pero antes necesito a mis ayudantes –Magnus
elevó la voz– Señoritas Luz, si han terminado su néctar, ¿pueden venir para
ayudarme?
-Ahora
vamos…
No
cabía duda de que el néctar había ayudado a las hermanas Luz a recuperar
energía. Mientras volaban hacia el estudio brillaban como soles.
-Oh
queridas niñas estáis deslumbrantes. ¿Podréis situaros sobre la mesa?
Magnus
voló hacía el techo del estudio y bajó con un pergamino en el pico. Lo dejó
sobre la mesa y se acercó seguido de las hermanas Luz.
-Gilberto
este es un mapa de las corrientes de aire que llevan de regreso a casa.
-Estupendo.
-Sí.
Pero estoy pensando en que tus padres estarán muy preocupados por ti. Así que
no quiero que pierdas tiempo. Dame unos minutos. Tengo que hacer unas cosas.
Esperadme aquí. Y vosotras –hablaba con las hermanas Luz –podéis volver a casa.
Como siempre vuestra ayuda ha sido especial. Feliz noche.
-Hasta
pronto Magnus.
-Llámanos
cuando regreses.
Las
hermanas Luz se fueron a casa y Magnus se fue volando.
Gilberto
y Xana salieron al porche a esperar el regreso de Magnus.
Xana
contemplaba en silencio la Luna en el cielo.
-Es
muy hermosa
-Aquí
la veis muy pequeña pero en la Selva parece más grande.
-Magnus
dice que es la línea del horizonte. Por cierto –Xana metió la mano en la bolsa
de tela que siempre llevaba con ella– mi maestra me ha dado estas semillas para
ti. Dice que las necesitarás para el viaje de vuelta.
-Dale
las gracias.
-Xana,
Gilberto –Era Magnus que regresaba acompañado – Estoy de vuelta – Con vuelo
pesado y lento se posó en el porche–Os presento a Augusto Paloma. Él sabe cómo
podrás volver a casa.
-Magnus
me ha contado tu historia. No te preocupes. Estarás con tu familia antes de lo
que imaginas. Para empezar hemos pedido a Manuel Merluza que avise a tu familia
de lo que ha pasado y les asegure que estás bien. Manuel tiene que nadar hasta
la costa de tu Selva con la marea alta y está encantado de ayudar.
-Y
dentro de unas horas – prosiguió Magnus– Augusto nos llevará al lugar en
donde viven los pájaros de metal. He pensado que te acompañaré de vuelta y
saludaré a tu tío. Hace demasiadas estaciones que no viajo y me apetece. Además
hasta que Rudolf Ardilla no acabe de reparar mis gafas no puedo estudiar mis
mapas y las hermanas Luz necesitan vacaciones.
-Muy–dijo
Augusto Paloma– os espero en el palomar al salir el primer rayo de sol. El
lugar donde los pájaros de metal viven no está lejos. Mi hijo Alberto Paloma ha
ido a ver a Narciso Albatros para preguntarle cual es el pájaro gigante que
volará mañana hacia la Selva.
-Siento
mucho causar tanta molestia.
-Todos
hemos sigo jóvenes muchacho–empezó Augusto Paloma –lo que debes hacer aprender
la lección y no meterte en más líos. Siempre serás bienvenido pero es mejor que
vuelvas de forma más…
-Gracias querido Augusto–interrumpió con elegancia
Magnus–sé que Gilberto recordará tu consejo. Ahora todos a descansar que nos
espera un día muy especial.
Antes
de que el primer rayo de sol iluminase el cielo, Magnus Buho, Gilberto Loro y
Xana Rosina volaron hacia el palomar en donde les esperaba Augusto Paloma. Su
hijo ya sabía cuál era el pájaro metálico que volaba aquella mañana hasta la
Selva. Augusto les acompañó hasta un lugar que los humanos llamaban aeropuerto.
Allí descubrieron decenas de pájaros metálicos que curiosamente se posaban en
la tierra o volaban hacia el sol, sin mover las alas.
Alberto
Paloma que les esperaba para llevarles hasta el pájaro metálico les guio hasta
el interior del mismo. Les aconsejó que se escondieran hasta que el pájaro
volase.
Magnus
Buho estaba eufórico. Hacía tanto que no viajaba. Mientras Gilberto y Xana se
despedían Alberto Paloma empezó a volar hacia la puerta de salida.
-Espero
que un día puedas volver de visita. Me ha gustado conocerte. Y si sales de
paseo por la Selva presta atención y verás a otras xanas como yo. Recuerda que
nos gusta mucho vivir junto al agua, en las cascadas de agua, en manantiales.
Ah y no olvides que somos tímidas.
-Creo
que no todas. Jajajaa…
-Tienes
razón. Menos mal que no todas las Xanas son tan charlatanas como yo.
-Suerte
con tus exámenes y tus hechizos.
-Gracias.
Suerte con tus prácticas de vuelo.
-Xana–
Alberto Paloma estaba impaciente– salgamos. El pájaro está a punto de volar.
-Magnus
cuídate mucho.
-Julio
Gaviota os avisará de mi regreso.
-Buen viaje chicos.
Una
salida de sol más tarde el pájaro metálico llegó al aeropuerto cercano a la
Selva. Impacientes las familias Loro y Ratón, esperaban en una colina cercana a
los dos aventureros.
Todos
tenían mucho que contar, mucho que escuchar. mucho que aprender.
Y
aunque Gilberto prometió que nunca más se metería en líos, cuando sus padres le
vieron charlando animado con Mauricio, estuvieron seguros de que lo intentaría
pero que siempre sería gran un aventurero.