domingo, 22 de diciembre de 2013

GILBERTO Y LA XANA. UNA AVENTURA DE ALTURA

Hace algunas semanas alguien a quien admiro mucho sugirió que me aventurase en el mundo de la literatura infantil. Y aquí tenéis el resultado. Pensar en "bajito" no es fácil. Dedico esta aventura a mis compañer@s de blog, especialmente a l@s que tienen "bajitos" en casa o cerca y a tod@s los que nos leéis. Gracias por la paciencia. Y por favor...sed benevolentes...hace mucho tiempo que no soy bajita...








Nunca había estado tan asustado. Ni siquiera el día que aprendió a volar lo estuvo tanto como ahora. Siempre se metía en líos. Sus hermanos le dijeron que no debía volar lejos del grupo. Pero no pudo evitarlo.

Desde que Mauricio el Ratón había regresado después de visitar a sus parientes de la ciudad, no dejó de hablar de los pájaros gigantes que había visto desde la casa de sus tíos.

Mauricio y él nacieron hacía dos años el mismo día de primavera. La familia de Mauricio vivía en un hueco de la palmera en el que sus padres instalaron el nido.


Se metió en el primer problema a los pocos segundos de romper la cáscara del huevo del que nació. Fue el último de la pollada en salir. Sus padres ya sabían que no sería fácil educarle. Las semanas que pasó en el interior del huevo no dejó de moverse y raro era el día en que no rodaba por el nido y tropezaba con sus hermanos.

Su madre le empujaba con suavidad hasta el centro mientras su padre movía la cabeza y se preocupaba. Si seguía siendo revoltoso cuando naciera, los problemas estaban asegurados.

O tal vez no, porque el hermano menor de su padre fue igual de travieso y al final se convirtió en instructor de vuelo para los polluelos.

El día que nació rompió con tanta fuerza la cascara del huevo que salió rodando, llegó al borde del nido, cayó al vacío y estuvo a punto de romperse el pico, cuando se enredó en una rama tierna y quedó colgando a poca distancia del suelo.

Cuando abrió los ojos, vio a alguien que le observaba atentamente. Mientras le ayudaba a bajar de la rama, se presentó muy cortés. Era Mauricio Ratón, acababa de nacer y cuando fuese mayor viajaría lejos.

Desde ese momento fueron grandes amigos y no se separaron nunca.

Y ahora estaba no sabía dónde, lejos de casa y muy asustado. Dichoso Mauricio, sino le hubiese contado aquellas historias de pájaros gigantes que volaban y se perdían en la línea del horizonte.

En ese momento recordó lo que le decía su madre. Que no podíamos culpar a los demás de las decisiones que tomábamos. Y mamá nunca se equivocaba.

Así que él era el único responsable de estar allí…en medio de…no tenía ni idea. Lo que si sabía era que estaba cansado, tenía hambre y echaba de menos su casa.

Vio un árbol, voló hasta la copa y desde allí vio observó que el sol estaba alto. Así que calculó que hacía tres días que estaba lejos de casa.

Estaba tan concentrado buscando una solución a sus problemas que no se dio cuenta de que alguien más estaba junto a él.

Se sobresaltó al escuchar el sonido de unas campanillas y de nuevo estuvo a punto de caer al vacío pero se quedó flotando en el aire cuando aquel extraño ser le lanzó un puñado de polen brillante y apuntándole con una vara de roble hizo que se posara de nuevo en la rama del árbol.

La miró asombrado. Era una criatura preciosa. Nunca había visto a alguien así. Estaba rodeada de una luz brillante que cambiaba de color según se movía. Y sonreía de una forma…

-Hola ¿Cómo te llamas?

Y tenía una voz que sonaba como gotas de rocío tocadas por el viento.

-Hola…me llamo Gilberto…Gilberto Loro

-Yo me llamo Rosina y soy una Xana

-¿una Xana?

-Oh perdona…no eres de por aquí ¿verdad?

-No…soy de la Selva... ¿qué es una Xana?

-Un hada…

-Lo siento pero en la Selva en donde vivo no hay…xanas…

-Seguro que sí pero no las habrás visto…somos muy tímidas…Y bien Gilberto Loro ¿Qué haces en mi bosque?

-Intento volver a casa…pero no sé cómo hacerlo.

-Yo tampoco sé cómo ayudarte…pero tengo una idea.

-¡Tienes alas!

-Pues claro…las xanas tenemos alas y sabemos volar…por eso estoy aquí arriba. He perdido de vista a mi grupo de vuelo. Soy un poco novata…mejor dicho soy muy novata. La clase de hoy era para aprender a hablar con las flores…pero…

-No me digas más…te has despistado…

-Siiii….¿cómo lo sabes?

-Porque es lo que me pasa a mi…que vuelo y sigo volando y cuando me doy cuenta he perdido el rumbo y no sé cómo volver a casa.

De pronto se dio cuenta de que estaba solo y le hablaba al aire.

-¿Rosina? ¿Dónde estás?

-Aquí arriba…ahora vuelvo.

Levantó la vista y la vio volando en círculos. Los rayos de sol la hacían brillar mucho más que antes. Era preciosa. De pronto subió más alto y se lanzó en picado contra el árbol, riéndose y gritando feliz. Y cuando parecía que estaba a punto de chocar contra la rama, frenó la velocidad, se quedó suspendida en el aire y se posó lentamente junto a Gilberto.

-Vuelas muy bien.

-Estaba comprobando mis alas…son nuevas y aún no me he acostumbrado.

-¿nuevas?

-Si… ¿son monas verdad?...me ha costado mucho ganarlas. Siempre fallaba en el hechizo de las violetas, pero el día del examen lo conseguí.

No tenía idea de lo que hablaba. Alas, hechizos, violetas…pero no le importaba. Era una delicia escucharla. Ya no estaba asustado, ni cansado ni tenía hambre.

-En fin creo que ya he hablado demasiado sobre mí. Mi maestra me lo dice. Que hablo mucho y no se escuchar. Dice que soy una charrana. Perdona, he olvidado que no hablas como nosotros. Mi maestra dice que hablo mucho y que no escucho a los demás. Por eso soy una charrana, una charlatana.

Y mientras le explicaba todo esto seguía volando de un lugar a otro, el sol seguía iluminándola y él era incapaz de hablar.

-¡Ya lo tengo!

-¿El qué?

-Que ya sé cómo ayudarte para que vuelvas a tu casa. Pero tendremos que esperar a la noche.

-¿A la noche?

-¿Siempre hablas haciendo preguntas?

-¿Preguntas?

-Lo ves…jajaja…no dejas de hacer preguntas. Bueno no importa. Te decía que esperaremos a la noche para hablar con Magnus Buho. Lo sabe todo, todo. Seguro que nos ayuda.

-Eres muy amable.

-Está en la naturaleza de las Xanas. Somos amables y cuidamos de las criaturas del bosque o de la selva. ¿Tienes hambre? Oh seguro que sí. ¿Puedes volar? Eso espero. Vendrás conmigo a la aldea y cuando llegue la noche volveremos.


Y sin darle tiempo a abrir el pico empezó a volar en dirección Norte.




Cuando llegaron a la copa del árbol la Luna y Venus estaban altas en el cielo.

Del interior del tronco del árbol salía una luz suave y una voz grave.

-Chicas por favor si seguís moviéndoos tanto no podré leer este pergamino.

Varias voces agudas sonaron alborotadas.

-Perdona Magnus pero es difícil estarse quieta

-Si Magnus…me canso.

-Y yo.

-Vale…lo intentamos una vez más y luego descansamos.

-Gracias Magnus

-A vosotras…me ayudáis mucho.


Gilberto habló en voz baja

-¿Quiénes son?

-Magnus Buho y las hermanas Luz. Ellas le ayudan a leer sus pergaminos mágicos hasta que Rudolf Ardilla reparé las gafas de Magnus.

-Oh vaya

-Y ahora, a por Magnus. Tenemos trabajo.

No le dio tiempo a responder. Xana ya estaba junto al hueco del árbol.

-Magnus…

-¿Quién es?

-Xana Rosina. ¿Puedo pasar?

-Por supuesto pequeña. Adelante…

-Oh Magnus me encanta que me llames pequeña.

-Pues claro que lo eres. Acabas de cumplir 300 lluvias. Comparada conmigo eres tierna como un capullo de violeta.

-No me hables de violetas por favor.

Magnus empezó a reírse muy fuerte

-Ya me contaron el resultado de tu examen…con lo sencillo que es el hechizo de violetas…jajajaja en fin pasa, no te quedes en la puerta.

Xana le hizo un gesto a Gilberto para que esperase. Antes de entrar en la casa, cerró los ojos y se concentró. Sus alas se hicieron más y más pequeñas hasta permitirle entrar.

-Hola chicas

-Hola Xana

-Magnus ¿podemos descansar ahora?

-Si queridas. En la cocina entrareis unos platillos de néctar.

-Gracias Magnus.

Mientras las hermanas Luz volaban hacia la cocina, Magnus se acomodó en una rama seca.

-¿Qué puedo hacer por ti Xana?

-Verás Magnus tengo un amigo que necesita tu ayuda…

-¿Tu amigo está por casualidad en mi porche, tiene plumas de colores y procede de la Selva?

-Siii…eres genial Magnus…Gilberto entra…Magnus sabe que estás aquí.

Gilberto entró con mucho cuidado.

-Buenas noches

-Adelante muchacho. Adelante. ¿Puedes acercarte un poco más?

 Magnus cogía con la punta del ala derecha una gran lupa que acercó a la cara de Gilberto. De pronto empezó a sonreír.

-Por todas las papayas…Tú eres pariente de Bruno Loro.

-Pues sí señor. Es mi tío

-Oh el viejo Bruno. ¿A qué se dedica ahora?

-Es instructor de vuelo de polluelos novatos.

-Vaya ha sentado las plumas. Le conocí en uno de mis viajes a la Selva. Un tipo muy divertido. ¿Tu padre sigue siendo tan…serio?

-Pues sí.

-No me digas más. Has salido como tu tío un poquito aventurero.

-Bueno mis padres y mis hermanos no lo definirían así.

Magnus empezó a reírse con ganas, muy fuerte, tanto que casi se cae de la rama.

-Oh casi puedo oír a tu padre regañándote. Imagino lo que ha pasado. Has llegado aquí sin saber cómo y ahora no tienes ni idea de cómo volver a casa.

-Más o menos señor. Me metí en un pájaro de metal y…

-Los pájaros de metal…son maravillosos. Pero debes tener cuidado porque si te pasa otra vez es probable que no encuentres a otro amigo de tu tío. Y por favor llámame Magnus.

-De acuerdo Magnus. Xana dice que puedes ayudarme a regresar a casa

-Sí. Será más fácil de lo que crees. Pero antes necesito a mis ayudantes –Magnus elevó la voz– Señoritas Luz, si han terminado su néctar, ¿pueden venir para ayudarme?

-Ahora vamos…

No cabía duda de que el néctar había ayudado a las hermanas Luz a recuperar energía. Mientras volaban hacia el estudio brillaban como soles.

-Oh queridas niñas estáis deslumbrantes. ¿Podréis situaros sobre la mesa?


Magnus voló hacía el techo del estudio y bajó con un pergamino en el pico. Lo dejó sobre la mesa y se acercó seguido de las hermanas Luz.

-Gilberto este es un mapa de las corrientes de aire que llevan de regreso a casa.

-Estupendo.

-Sí. Pero estoy pensando en que tus padres estarán muy preocupados por ti. Así que no quiero que pierdas tiempo. Dame unos minutos. Tengo que hacer unas cosas. Esperadme aquí. Y vosotras –hablaba con las hermanas Luz –podéis volver a casa. Como siempre vuestra ayuda ha sido especial. Feliz noche.

-Hasta pronto Magnus.

-Llámanos cuando regreses.

Las hermanas Luz se fueron a casa y Magnus se fue volando.

Gilberto y Xana salieron al porche a esperar el regreso de Magnus.

Xana contemplaba en silencio la Luna en el cielo.

-Es muy hermosa

-Aquí la veis muy pequeña pero en la Selva parece más grande.

-Magnus dice que es la línea del horizonte. Por cierto –Xana metió la mano en la bolsa de tela que siempre llevaba con ella– mi maestra me ha dado estas semillas para ti. Dice que las necesitarás para el viaje de vuelta.

-Dale las gracias.

-Xana, Gilberto –Era Magnus que regresaba acompañado – Estoy de vuelta – Con vuelo pesado y lento se posó en el porche–Os presento a Augusto Paloma. Él sabe cómo podrás volver a casa.

-Magnus me ha contado tu historia. No te preocupes. Estarás con tu familia antes de lo que imaginas. Para empezar hemos pedido a Manuel Merluza que avise a tu familia de lo que ha pasado y les asegure que estás bien. Manuel tiene que nadar hasta la costa de tu Selva con la marea alta y está encantado de ayudar.

-Y dentro de unas horas – prosiguió Magnus– Augusto nos llevará al lugar en donde viven los pájaros de metal. He pensado que te acompañaré de vuelta y saludaré a tu tío. Hace demasiadas estaciones que no viajo y me apetece. Además hasta que Rudolf Ardilla no acabe de reparar mis gafas no puedo estudiar mis mapas y las hermanas Luz necesitan vacaciones.

-Muy–dijo Augusto Paloma– os espero en el palomar al salir el primer rayo de sol. El lugar donde los pájaros de metal viven no está lejos. Mi hijo Alberto Paloma ha ido a ver a Narciso Albatros para preguntarle cual es el pájaro gigante que volará mañana hacia la Selva.

-Siento mucho causar tanta molestia.

-Todos hemos sigo jóvenes muchacho–empezó Augusto Paloma –lo que debes hacer aprender la lección y no meterte en más líos. Siempre serás bienvenido pero es mejor que vuelvas de forma más…


-Gracias querido Augusto–interrumpió con elegancia Magnus–sé que Gilberto recordará tu consejo. Ahora todos a descansar que nos espera un día muy especial.



Antes de que el primer rayo de sol iluminase el cielo, Magnus Buho, Gilberto Loro y Xana Rosina volaron hacia el palomar en donde les esperaba Augusto Paloma. Su hijo ya sabía cuál era el pájaro metálico que volaba aquella mañana hasta la Selva. Augusto les acompañó hasta un lugar que los humanos llamaban aeropuerto. Allí descubrieron decenas de pájaros metálicos que curiosamente se posaban en la tierra o volaban hacia el sol, sin mover las alas.

Alberto Paloma que les esperaba para llevarles hasta el pájaro metálico les guio hasta el interior del mismo. Les aconsejó que se escondieran hasta que el pájaro volase.

Magnus Buho estaba eufórico. Hacía tanto que no viajaba. Mientras Gilberto y Xana se despedían Alberto Paloma empezó a volar hacia la puerta de salida.

-Espero que un día puedas volver de visita. Me ha gustado conocerte. Y si sales de paseo por la Selva presta atención y verás a otras xanas como yo. Recuerda que nos gusta mucho vivir junto al agua, en las cascadas de agua, en manantiales. Ah y no olvides que somos tímidas.

-Creo que no todas. Jajajaa…

-Tienes razón. Menos mal que no todas las Xanas son tan charlatanas como yo.

-Suerte con tus exámenes y tus hechizos.

-Gracias. Suerte con tus prácticas de vuelo.

-Xana– Alberto Paloma estaba impaciente– salgamos. El pájaro está a punto de volar.

-Magnus cuídate mucho.

-Julio Gaviota os avisará de mi regreso.


-Buen viaje chicos.


Una salida de sol más tarde el pájaro metálico llegó al aeropuerto cercano a la Selva. Impacientes las familias Loro y Ratón, esperaban en una colina cercana a los dos aventureros.

Todos tenían mucho que contar, mucho que escuchar. mucho que aprender.

Y aunque Gilberto prometió que nunca más se metería en líos, cuando sus padres le vieron charlando animado con Mauricio, estuvieron seguros de que lo intentaría pero que siempre sería gran un aventurero.


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