Te vi,
en un espejismo
parado frente a mí
con un manojo de
caireles
tus manos
aplaudían
nostalgias,
aún con los ojos
cerrados
saboree el salado
de tus labios
que subían como
dentelladas
fantasmales en la
noche,
recorrían mi
silueta
dibujada en la
cera
deslizándose
por las grietas de
mi cuarto,
eras tú, lo sé,
mi piel me lo dijo
susurrante,
en secreto viniste,
como tantas otras,
mientras duermo
sin ti,
olí el aroma
primavera,
que brota de tu
aliento
lejano, muy lejano
en la noche
fría sin tus
brazos,
ni el sol de tus
párpados,
cuando me miran,
ruborizando mis
pupilas de amapolas,
como tu sangre.
Precioso, Amelia, precioso.
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