Y volvió
como tantas otras veces
con su
rostro cansado de amaneceres
en alcobas
extrañas,
sus ojeras
destilaban relámpagos
anocheceres
con aromas a otras sábanas,
regresó
silencioso
como un
fantasma,
lo supo…
Desde
ese momento comprendió,
que lo
había perdido para siempre,
ya no
era el mismo,
aquel
que había partido
de mirada peregrina
corazón
errante,
su
tiempo de vagabundear culminaba,
como el
otoño con el verdor de las caducas,
sus
sueños cautivos,
guardaban
en secreto
y
arrogancia su nombre,
su
piel, que lo había acariciado
sujetando
su alma
con
ambas manos,
había
corrompido su voz
sus sonidos
fónicos se oían atrapantes
seducía
a su paso,
con
aroma,
a
hombre enamorado…
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