-Esteban
dio dos vueltas a la manzana, al llegar a la esquina hizo juego de luces y
estaciono en la terminal abandonada, donde siempre, esperando la llegada de Héctor,
que vivía en ese humilde barrio donde la marginalidad hacía estragos, el
muchacho corrió hasta el coche importado y sacó de entre sus prendas unos
documentos guardándose un sobre solo para él, Esteban los recibió colocándolos en
la guantera, pagó por su servicios y se retiró del lugar a gran velocidad.
-Héctor
colocó el dinero dentro de sus medias dirigiéndose al teléfono público e hizo
una llamada ofreciendo el sobre que se había guardado.
-Del
otro lado le confirmaron la operación.
-Se
apoyó sobre la barra del bar, pidió una cerveza mientras observaba el espectáculo
que daba la borracha entrada en años, cada noche era lo mismo, llegaba muy bien
arreglada y perfumada, luego la invitaban a beber perdiendo la compostura,
subía y descendía del cuarto tantas veces como fuera posible por una mínima
cantidad de monedas, otras veces por nada, solo por un trago más, que aplacara
los fantasmas de su cabeza.
-De
rostro una vez hermoso, lozano, ahora solo reflejaba dolor, e inmensa amargura,
las arrugas se agolpaban unas con otras haciéndose lugar donde cobijar, las
comisuras de sus labios agrietados de fingidas sonrisas remarcaban su expresión
de mirada sin sueños.
-La
noche estaba concurrida el lugar permanecía atiborrado de gentes risueñas, la
bebida se deslizaba por las gargantas donde nacían cantos e intérpretes de poca monta.
-Héctor
miró hacia la ventana, vio estacionarse un coche nuevo, haciéndose paso entre
los concurrentes caminó con dificultad por los obstáculos hacia la puerta de
entrada, cuando una mano se apoyó sobre su hombro derecho, al girar, vio el
rostro de Esteban quien con una mano quitó de entre sus prendas el sobre
faltante, y con la otra dio unos golpes sobre su espalda, y continuó su camino
saliendo por la puerta de emergencia.
-El
joven delincuente no tuvo tiempo de entender lo que sucedía, el calor corría por su cintura descendiendo
hacia sus piernas las cuales sintió cansadas, levanto la mirada vio acercarse
al dueño del coche nuevo que se dirigía hacia donde él se encontraba, su mirada
se nublaba cayendo al piso, la sangre brotaba serpenteante sobre sus pies, de
pronto recordó que ese día no saludó a su madre, vio sus ojos dibujarse en el
aire, sus caricias, cuando le pedía que estudiara que se alejara de las malas
compañías, todo era tan claro y confuso, cerró sus ojos para descansar,
trayendo a la memoria la imagen de esa tierna viejecita, cuando el terminara
con su vida, solo por unas pocas monedas, su nombre, su nombre llegó como un
flash a su mente, Ema…
-Cuándo
olvidamos el vivir,
el soñar,
las herramientas
para imaginar un
futuro mejor,
donde hacernos al
mañana
en una nueva
realidad…
Olvidamos,
nuestra
naturaleza humana.
Continuará
Lucía: XXXI
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