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sábado, 27 de septiembre de 2014

David y los cangrejos

(Ilustración de Mika Mood)


En aquella excursión, lo que menos se imaginaba el pequeño David es que conocería a unos amigos muy especiales que, a partir de entonces, nunca más se separarían de él.

-¡Hola! ¿Puedes sacarnos de aquí?

David dejó la red de tela y caña azul, que su padre acababa de comprarle, en la arena para acercarse a mirar entre las rocas.

-¡Eh, niño! ¡Aquí abajo!

-¿Quién eres?-preguntó el niño extrañado al no ver a nadie.

-¡Nosotros dos! ¡Aquí!

-¡No seas así, Félix! Perdona a mi hermano, niño, es que está muy nervioso -suspiró una de las los dos voces que le pedían ayuda.

David daba vueltas alrededor de ellos intentando no parecer un loco ante el resto de los bañistas de la playa y, sobre todo, ante las personas que se agolpaban no muy lejos de él para pescar peces de roca, mejillones o cangrejos.

-¡No os veo! ¿Dónde estáis?

- Estamos bajo la roca de la derecha.

- ¡No Lando!, tu derecha no, la derecha de él. ¿O tal vez es mi izquierda?

El niño examinó la piedra con detalle y cuando vio que podía moverla lo hizo aprisa. Un poco más… ¡Por fin! La piedra se movió y David se llevó una grata sorpresa.

-¡Cangrejos!

-¡Shhhhhhhhh! ¡Baja la voz! ¿No ves qué podrían comernos?

-¡Oh!, ¡De acuerdo! ¡Lo siento!- Les contestó el niño echándose hacia atrás extrañado.
¡Era la primera vez que veía algo parecido! ¡No se lo creería nadie cuando lo contase! ¡Cangrejos que hablaban! Seguro que a sus amigos les encantaría saberlo.

-¡No lo riñas, Félix! ¿No te das cuenta de qué se ha asustado?

-Bueno, asustado, asustado… No del todo…-les contestó David mientras conseguía sacarlos de las rocas- ¡Ya estáis, libres!

Los dos pares de pequeños ojos se acercaron a los pies del niño. ¿Cómo podían ser tan pequeños?, se preguntó David.

- ¡Gracias, niño! ¡Ya era hora! ¡Vamos Lando! ¡Larguémonos!

El cangrejo llamado Félix se había dado ya la vuelta, dispuesto a marcharse rápidamente, cuando su hermano elevó la voz diciendo:

-¿¡Pero adónde vas!? ¿Es que no piensas agradecerle el gesto?

-¡Ya lo he hecho, Lando! ¿No me has oído? Es mejor que pongamos arena de por medio antes de que llegue alguien que nos pesque y nos eche a la cazuela.

David observaba, completamente atónito, a la extraña pareja de hermanos.

-Por cierto, ¿y tú cómo te llamas?-preguntó Lando al niño, como si las personas estuvieran acostumbradas a encontrarse con cangrejos parlantes todos los días- Solamente faltas tú por decir tu nombre.

-Yo, yo… Yo me llamo David, y no quiero ser grosero, pero nunca he visto a nadie como vosotros. ¡Sois dos hermanos muy singulares!

-Hombre, pues para singular diría yo que es tu careto, colega. ¿Pero te has fijado Lando en la expresión de bobo que pone? ¿Es qué nunca antes habías visto cangrejos, David? ¡Menudo careto! -repitió Félix.

Mientras, la cara del pequeño David parecía decir “¿Eh? ¿Entonces el raro soy yo? ¡Pues vaya!”

-Me parece a mí, Félix, que el niño tiene razón. Los humanos no están demasiado acostumbrados a esto. ¿Cuántos años crees que puede tener?

-Mmmmmm, ¡Seguro que no más de siete! -Repuso su hermano cruzándose de patas, en lugar de brazos, porque los cangrejos tienen unas patitas que terminan en unas gruesas y atrapantes pinzas.

-¡Ocho! ¡Tengo ocho años cumplidos!

Félix se desplazaba de un lado a otro mirando con descaro hacia todos los lados; aunque más que descarado Félix debía de ser un cangrejo bastante nervioso y miedoso; porque todos habríamos sentido miedo de que pudieran pescarnos, ¿no?

- Será mejor que nos vayamos, Lando. ¡Hala, arreando! -Y Félix caminó unos pasos diciendo adiós al niño tras haberse dado la vuelta con energía y rapidez.

-¡Eh, esperad! ¡Seguro que puedo ayudaros! ¡Se nos ocurrirá una solución para que nadie os pesque!

-¡Félix, vuelve! ¡Escuchemos a David al menos unos segundos! Quizá su proposición esté bien ¿no crees?

-¿¡Bien!?-Exclamó Félix a lo lejos.- ¿Y si resulta que solamente pretende engañarnos y luego avisa a un adulto o dos y nos pillan. ¡Ni pensarlo! ¡Adiós, amigo! ¡Yo me abro! ¡Tú haz lo que quieras!

Un atónito David se decidió a hablar para calmar a aquel cangrejo por el que, en el fondo, sentía simpatía por muy pedante que fuera:

- ¿¡No crees qué si mi intención hubiera sido comerte no te habría ayudado!?

Félix y Lando se miraron:

- ¡Pues eso es verdad, colega!

- ¡A lo mejor resulta que su idea es realmente buena! ¡Escuchemos lo que quiere decirnos!

Ha pasado el tiempo y Lando y Félix, los dos hermanos cangrejo, viven muy felices y aunque Félix sigue siendo tan gruñón y no para de quejarse, como de costumbre, en realidad tiene un gran corazón.

David los llevo consigo aquel día y les construyó una preciosa pecera para que vivieran tranquilos.

Siempre ha guardado el secreto de que Lando y Félix pueden hablar. Solamente él conoce su extraordinaria cualidad.

BÉSAME


Besar paraArtSuite

Bésame
hasta que desaparezca
el mañana
y nuestros cuerpos
fundan en uno.

Bésame
y tatúame tu nombre
en mis labios.

26/IX/14

Poesía: Rita
Blog: Cosas que siento
Contacto: cosasquesiento@gmail.com
Facebook:Rita
Twitter:C.Grant

Fotografía: wikipedia

viernes, 26 de septiembre de 2014

¿Amaneces?



Cuéntame al oído
tantas mentiras como quieras
dulce recelo
de sábanas llenas de placer.

Cuéntame delante la luna
que nos amaremos por siempre
hagamos que esta bella mentira
despierte con el amanecer.

Por Alex Madueño [am]

El Ciego


Flor oscura de Jose Baruco entrada el ciego Cada día amanece. Y cada día estoy en la ventana, temeroso y resignado de que esto suceda. El alba, a veces parece una cortina de gris acero, y otras, los tonos del horizonte fabrican en mi retina formas caleidoscópicas que complican aún mas mi maraña de viajeras sensaciones que transitan en mi cabeza.

Las luces me abren los ojos que durante horas estuvieron sellados a la contaminación del tránsito de vida, me obligan a rediseñar el mundo paralelo de dimensiones flotantes que durante la noche había fabricado. Comienzo a notarme, a saber que soy masa, que peso, que no buceo en lo etéreo de los limbos construidos, que no estoy muerto.

Si fuera ciego, no vería los huecos iluminados de las ausencias donde los primeros luceros se acunan, dejaría de escuchar el silencio de los senderos sin caminantes que desde mi ventana diviso. Continuaría en mi fortaleza de pensamientos que fuí tejiendo desde la noche anterior, donde no hay mas que recuerdos envueltos en nubes de azúcar de algodón y deseos estuchados en delicados papeles de plata que nunca se abrirán.

Si fuera ciego no habría día, habría noche. No habría vida, habría muerte, habría esperanza. Esperanza de alargar las ilusiones para que unos miserables rayos de luz no puedan devolverme al tránsito del tortuoso deseo de alcanzar el ocaso, cuando de nuevo, mis ojos vuelven a cerrarse, y ahí, yaciendo en sábanas en blanco abro la puerta de mi castillo reinventado, de mi opaca morada que mis ojos de ciego hicieron para mí.


Gracias por vuestra lectura. José Baruco.

jueves, 25 de septiembre de 2014

Cuento inacabado

Creías que todo había terminado.
Lo veías como un sueño,
un cuento inacabado.
Como una tormenta de verano,
penetrante, rápida, distante...

Creías que todo había terminado.
Que ya no sentía, 
que ya no te veía...

Cómo no te voy a ver,
si te busco en cada cara que veo,
en cada paso que doy,
en cada lugar al que entro...

Pero cómo no te voy a ver,
si me quitaste todas las vendas
que el resto me había puesto.
Si me dejaste con el alma al aire
pero llena de sentimientos...

Y contigo dentro, muy dentro.
Tanto, que es verdad,
a veces, te miro, pero no te veo.
Y me asusto. Y grito.
Para que mis fantasmas se asusten
y me dejen quererte como te quiero...

Y ya sabes cómo quiero 
que me quieras, 
porque siempre lo has sabido,
porque soy así de idiota.
Y tú, eres mi único remedio...

Y quiero ser tu cuento inacabado,
y que me ames en puntos suspensivos,
que se filtren por la sangre de mis venas.
Para que este amor, nunca se acabe...







Por: Lady Writer
Twitter: @IreneNomada

lunes, 22 de septiembre de 2014

La imagen del abuelo


                                                          Basado en una historia real. O, al menos, eso me han contado...


Nadie se encontraba en la casa. Nadie menos ella y su vecina de en frente Azucena, que había accedido a cuidarla mientras preparaba el temario para las oposiciones. Este encargo no era nuevo para la joven, que ya se había ocupado de la pequeña en anteriores ocasiones; sin embargo aquel día era distinto al resto, por lo que sabía que en lugar de estudiar tenía que jugar con su pequeña vecinita, para que no se disgustara y comenzase a pensar en el abuelo.

El  abuelo ya no estaba. Se había ido. Y esta vez para siempre. Y aunque la niña no dijese ni "mu", todo el mundo sabía que ya nada sería lo mismo. Para siempre se habían terminado sus idas y venidas al Hospital, aquel gran edificio donde muchas personas iban vestidas de blanco y, otras de verde, y llevaban calzos hipoalergénicos también blancos; no, ahora el abuelo ya no estaba con ellos.  <<Se ha ido al cielo.>> Le comentó su padre. <<Durante un par de días te cuidará Azucena. ¿Aceptas?>> Le preguntaba su madre con lágrimas en los ojos. Y es que, desde luego, el abuelo era un hombre muy querido por todos.

La familia al completo se encontraba desolada, pues el abuelo nunca había tenido una mala palabra para nadie, sino que siempre había tendido una mano a todos aquellos que precisaban de él. Sin embargo la pequeña, que todavía no entendía demasiado bien el fino umbral entre la vida y la muerte, se encontraba triste y, no porque su querido abuelito se hubiera ido al cielo y ahora fuera a ser una estrella, que brillaría por siempre jamás en lo alto del firmamento; sino porque no había podido decirle adiós. Y aunque él pudiese escucharla todavía, la pequeña quería haber compartido algunos momentos más junto a él y haber podido abrazarlo una vez más. En  resumidas cuentas: a la niña le hubiese gustado que se hubiera celebrado una despedida del abuelo. Pero ya no podía ser. En este tipo de casos no hay vuelta atrás.

-¿Por qué no puedo irme con vosotros? ¡Todo el mundo estará allí! Pero sus padres se negaron a que los acompañara, ya que la familia y el matrimonio no acudían a una verbena, sino a un tanatorio, lugar no recomendable para que visiten niños de tan corta edad; por lo que la pequeña se quedó en casa refunfuñando y con el disgusto en el cuerpo.

-¿Pero por qué no puedo ir? ¿No vais a despediros del abuelo? ¡Eso me han dicho los tíos! ¡Él estará allí! Y la pequeña lloraba a lágrima viva. Sin embargo a sus padres no les importó, porque sabían que junto a la joven Azucena a la pequeña no le faltaría nada.

Las horas de ese día y del siguiente pasaron entre juegos con su vecina y largos paseos por el parque, con el fin de que la pequeña estuviese entretenida. Pero durante la segunda tarde la niña quiso ver los dibujos animados en la televisión. Ya era la hora de las aventuras de su perro favorito.

Azucena ya se había ido a su casa hacía un rato y todos los adultos se encontraban desperdigados por la cocina y el comedor. En el salón solamente estaba la pequeña, sentada en el sofá y jugueteando con el mando de la televisión durante la franja publicitaria.

-¡Mamá, Papá, corred! ¡Tíos! ¡Corred, venid todos! ¡El abuelo está aquí!

Todo el mundo, incluido el hermano mayor de la pequeña, acudió a su extraña y nerviosa llamada. ¿A qué se refería con que el abuelo estaba allí?

-Cariño-se acercó su padre-el abuelito está en el cielo y el otro ya se ha ido a su casa. Aquí no hay nadie. Has sido tú y tu imaginación. ¡Anda, ea! La abrazó con sumo cariño, pues intuía que su hija, al igual que la familia al completo, no estaba viviendo un momento agradable.

-¡Pero estaba ahí!

-¿Ahí dónde? -Le preguntó su hermano intrigado acudiendo a apagar el aparato televisor. -¡A ver si te lo estás inventando!

-¡Bah, no le hagáis caso! La pobrecita está disgustada porque no ha podido despedirse del abuelo. Al menos no como a ella le gustaría... -Comentaban otros. -Seguro que en un par de días o tres se le pasa.

-Mamá, tú me crees ¿verdad?-Su madre no pudo responderle porque había roto en llanto de nuevo. Primero la muerte de su padre y ahora su pequeña hija de seis años le estaba contando con total seriedad que había visto al abuelo. -La imagen del abuelo apareció en la tele de repente. ¡Yo lo he visto! ¡Estaba ahí! Y estiraba sus extremidades superiores hasta el límite, buscando hacerse entender mejor.

Su hermano suspiró mientras enarcaba una ceja, apoyado en una silla, el resto de familiares se dedicaban miradas de cansancio y sus padres intercambiaron una con la que preferían fingir que no estaban escuchando nada de lo que la niña les estaba contando.

-¿Dices qué has visto al abuelo en la tele? -La pequeña asintió firmemente convencida.-¿Seguro? De nuevo el asentimiento por respuesta.

-¡Que sí, Papá, que sí! ¡El abuelo estaba ahí, en la tele! Yo estaba viendo los dibujos, salieron los anuncios y de repente de la tele nacieron unas rayas grises y todo se puso negro, negro... Y apareció allí la cara del abuelo.

 Sus padres la abrazaron intentando hallar consuelo ante todo lo sucedido y esperando poder consolarla a ella. También escogieron pensar que toda la historia era fruto de su disgusto; prefirieron pensar que el peso y la tristeza por no haber podido despedirse del abuelo había hecho que lo hubiera visto reflejado en el televisor. Quién sabe si habrá sido realidad o quién sabe si solamente habrá sido, efectivamente, fruto de su entristecida pero vivaz imaginación.

jueves, 18 de septiembre de 2014

MORIR DE AMOR.

MORIR DE AMOR


Estoy sola en la orilla..
En el Ocaso te espero y te sueño
y te anhelo...Y quiero tener tus besos
Y me canso de tanto amarte...

Te estoy esperando en el mar.
Te estoy llamando en el viento.
Mis lágrimas son la lluvia
que en la arena han caído 
de mis ojos hoy dormidos....

Las olas me traen tu nombre.
La espuma me deja besos
de tus labios...Esos que dejaste
olvidados en mi Boca...En mi lecho,
cuando conmigo hacías....

Me dejaste y te fuiste, con el viento,
con las olas, con la espuma de la mar 
y con tus sueños.
Yo miro al horizonte
cada día, cada tarde, cada noche,
por ver si por allí apareces...

Tengo sal en la mirada
y salitre tiene mi Boca...De
esperar que tu figura aparezca
y que como antes...Tú me beses,
que me ames en la arena, 
a la orilla, en la playa
y que ya nunca me dejes.

Mis brazos son como redes
que yo le lanzo a la Mar.
Quiero atraparte los sueños.
Quiero que regreses ya
a mis brazos, a mis labios
a tu Hogar...

Cuando se oculta la Luna
vuelvo de nuevo a mi Hogar,
allí me canso de esperart
acurrucada en mi lecho.
Abrazada a tu recuerdo y 

envuelta en tu Amor...

Y así esperando a que vuelvas,
ya cansada...Yo me duermo.
Esperando que regreses...Y
que entre sueños me despiertes,
que me beses, que me hagas el amor,
que me envuelvas en tus brazos
Y que me Muera de Amor

Y así sigo soñando...Con que
a mi lado estás y me sumerjo en
el sueño...Y no quiero despertar...

Fuensanta Nicolás
Mi agradecimiento y cariño a todos los que seguís mi Poesía.
Podéis seguirme también en mi Web fuensantanicolas.jimdo.com




miércoles, 17 de septiembre de 2014

LA PRIMERA VEZ QUE TE VI

---dyvertimento 391-

La primera vez que te vi
todas las partes de mi cuerpo
dijeron a una:
“Yo quiero una de esas”

Así que llamé a todas las partes de mi cuerpo
a mi mesa
y les reñí
y les pegué con la regla.

Y les dije, una a una
“Tú, no”
“Tú, no”
“Tú, no”
“Tú, no”
“Tú, no”
“Tú, no...
….
….
y

“¡¡¿Tú?!!
¡Tú menos que ninguna!”

Hasta que, finalmente
llegué hasta la mente
y le dije:
“Bueno, tú quizá sí,
tú, prueba un poco.”

( pero después no se dio


y vino a ser que tampoco)

© fgm
Soy Ritman, 
Gracias por vuestra lectura.
A vuestra disposición en mi blog: Las flores del Mac 
Y en twitter : @RitmanBlu

INVIERNO


invierno para Art Suite

Se deshizo el invierno
en las brasas de mi corazón.

Se deshizo
para crear colores
sin imaginar inviernos.

16/IX/14

Poesía: Rita
Blog: Cosas que siento
Contacto: cosasquesiento@gmail.com
Facebook:Rita
Twitter:C.Grant

Fotografía: wikipedia

domingo, 14 de septiembre de 2014

Marquesito



<<Buenos días, Marquesito>> <<Hasta luego, Marquesito>> 

Don Luis era conocido en todo el pueblo como "el Marquesito". Pero no porque sus convecinos quisieran burlarse de él,no; sino por su condición de heredero del marquesado de La Puesta.  Él era el último descendiente, en aquel momento, de una noble familia, cuyo origen se remontaba a la Alta Edad Media. Decía su árbol genealógico que, el primer marqués de La Puesta había sido íntimo amigo de don Rodrigo y don Pelayo.

No había perdido abolengo el apellido con el paso de los años, sino todo lo contrario: durante la Reconquista y, guerras sucesivas, los de La Puesta habían luchado con valor, siempre acompañando al vencedor. Esta antigua gallardía había hecho que "la familia del marqués", como solían denominarla popularmente, se ganara con los siglos el cariño de los suyos.

Y don Luis no era una excepción, por lo que, al igual que sus antepasados, todo el mundo se volvía para saludarlo cuando pasaba por las calles del pueblo. Fuera mañana o tarde, ya que rara vez se encontraba fuera de cama durante la noche, a excepción de alguna ocasional velada veraniega. A las muestras de afecto respondía  con un <<buenos días tenga usted. ¿Cómo se encuentra hoy?>> o preguntando con amabilidad <<¿Por su casa todos bien?>>.

-Este don Luis-comentaban muchos hombres mientras echaban  una partida al tute en el bar-es igualito a los de su estirpe: decoroso y siempre tan educado. Se nota que era buena la cuna en que lo mecieron.

-Don Luis es idéntico a su padre. Fíjate tú-le indicaba una vecina a otra, a la par que tejía en un banco o, llevaba agua hasta su casa-que me parece ver a don José Luis paseando por aquí. Pero, pobrecito, ¡hace tanto ya...!

-¡Que todos tenemos a su hijo en mente cuando nos hablan del marqués! Apuntaba la otra atándose el pañuelo a la cabeza, para apoyar el balde de la ropa, recién lavada y aún mojada.

"El Marquesito" sonreía y solía detenerse a hablar con todo el mundo, siempre que le era posible; porque en otros momentos algún miembro del servicio lo mandaba llamar y, en consecuencia, había de volver a su tradicional puesto. Don Luis odiaba las ocasiones en que se veía obligado a girar su bicicleta y volver a la casa donde había nacido y donde, todavía, vivía. ¿Por qué no podría pararse a charlar en el pueblo durante más rato? ¡Si allí todo el mundo parecía tan feliz! Las mujeres conversaban entre ellas, los niños corrían y saltaban hasta que se cansaban o se ponía el Sol y, algunos hombres jugaban a la petanca en la plaza del pueblo, sin embargo él tenía que volver por donde había venido. 

-Este caserón es demasiado grande...Debe de vivirse mejor en el pueblo...

-¡Sí, seguro que sí!- Le contestaba alguien sólo por rebatir. -¿No cree usted que si todos los marqueses de La Puesta han vivido durante generaciones en este lugar ha sido por algo? ¿De veras desea usted estar en el centro del pueblo?

Don Luis asentía firmemente convencido y se preguntaba, siempre para sus adentros, por qué nadie había hecho nada para remediar semejante problema. ¿Para qué quería él vivir siempre en "el caserón", como lo denominaba él mismo desde que tenía consciencia? Pero no estaba en su mano la solución, al menos por el momento, aunque sabía que algún día le daría la vuelta a la tortilla, como se diría en el ámbito de la cocina.

-Pues yo no le veo nada malo al pueblo...

Pero su opinión aún no contaba para nada, más que para escoger el color de su ropa, cuando se dignaban a escucharlo ya que, en la mayor parte de los casos, el título nobiliario no le servía para nada y, tenía que conformarse con llevar puestas las prendas que otras personas habían escogido por él. Tampoco podía decidir a qué hora acostarse, pues siempre había quien le obligaba a hacerlo cuando él no quería. Y Mamá siempre le decía que en "el caserón" se encontraban muy bien y, también, que habría sido del agrado de su padre, que una nueva generación se criara en la misma morada que él. 

-¿Por qué no podemos irnos al pueblo, Madre? Allí hay muchos niños y, yo aquí me aburro demasiado...

-Te comprendo, Luis, pero has de pensar que la mayor ilusión de tu padre sería, si nos estuviera contemplando desde el cielo, verte corretear por las mismas tierras donde él lo hizo de niño. Y, como bien sabes, este es el hogar de los marqueses de La Puesta. Ahora tú eres el marqués y, aunque aún no puedas hacerte cargo de todo aquello que tu título conlleva, debes continuar con la tradición familiar. 

El pequeño don Luis, tan querido y admirado por todos desde el día de su nacimiento, era hijo póstumo, puesto que su padre, el anterior marqués de La Puesta, había muerto en un fortuito accidente de caza tres meses antes de que su esposa diera a luz al primogénito y, debido a la desgraciada, único hijo del matrimonio. Desde el momento en que había llegado al mundo, ostentaba el título de marqués de La Puesta, pero no podía hacer otra cosa que escuchar incorporado en la cama, bajo las sábanas, a su madre que le hablaba melodiosamente. A pesar de que a don Luis no le gustara vivir en "el caserón", todavía le quedarían muchos años por habitar bajo aquellos techos. 

-Es un niño adorable-afirmaba la farmacéutica-es una pena que se encuentre tan solo. Debe de aburrirse mucho rondando por los pasillos de esa mansión...-comentaba con conocimiento de causa, ya que, una tarde de abril, el propio don Luis le había explicado como se sentía lejos de las calles y plazuelas del pueblo. Por más que la gente creyera y, otros su marquesado quisieran, a don Luis, aunque acostumbrado, no le convencía del todo su vida; por lo que habría entregado hasta el último pedazo de las tierras que había heredado.-No tiene padre ni hermanos y, eso no es bueno para un pequeño, no señor.

-Pero si la marquesa viuda ha escogido criarlo en soledad...No es quien el pueblo para meterse en donde nadie le llama...Además, cualquier otro hombre no sería su verdadero padre ¿no cree usted? Aceptaban otros la voluntad de la viuda de don José Luis, el antiguo marqués.

Don Luis conocía una puerta en los muros de la casa, que nadie recordaba, por lo que, de vez en cuando y sin que nadie se enterara, se escapaba para bajar al pueblo y jugar con los chiquillos y chiquillas de su edad, quienes siempre esperaban ansiosos el momento en que "el Marquesito", vestido o no de gala, hacía su aparición. Para ellos no existía título alguno, manantiales ni tierras, sino que Luis, como ellos lo llamaban con simpleza, era un niño más, ávido de esas horas de infancia que algún día habría de volar.

-¿Es cierto qué no te gusta vivir en tu palacio? Le preguntó en una ocasión Clara, una de sus amigas del pueblo, cuyas coletas hacían las delicias de todas y cada una de las madres del lugar. 

-No es un palacio y no, no me gusta del todo. Preferiría vivir aquí, cerca de todos vosotros. Señaló el pequeño don Luis, harto de la vida que todo el mundo creía que tenía. ¿Para qué quería él semejante casa? Al menos por el momento...

-Bueno, un palacio no será, pero sí un palacete que para el caso es lo mismo. ¿Pero por qué no eres feliz allí? Tu madre es una buena persona...

-Sí, pero es que yo solo me aburro.

-Pues mi madre dice que es un privilegio...Y que algún día te darás cuenta de cuánto te gustaría volver a ser niño y, querrás revivir todo lo que hayas sentido en "el caserón".


Ahora, que ya ha pasado tiempo y es adulto  recuerda, en su despacho de un gran piso de la ciudad, las palabras que un buen día pronunció Clara y, aquellas tardes en que paseaba por el pueblo, jugaba, todo el mundo lo llamaba "el Marquesito" y lo saludaba diciendo: <<buenas tardes, Marquesito>>. Ahora todo ha cambiado. Ya nada es lo que era y, don Luis se ha dado cuenta de que, en el fondo, no era del todo malo vivir en "el caserón". Aunque siendo niño hubiera querido vivir en el pueblo, ahora reconoce que los años en la atalaya familiar, conllevaron mucho más que, simplemente, vivir en "el caserón".


sábado, 13 de septiembre de 2014

SUS PALABRAS


Love para ArtSuite

Devoró
sus palabras
antes de que se las tragara 
el viento.

Las enterró
entre la arena
de sus pensamientos.

5/IX/14

Poesía: Rita
Blog: Cosas que siento
Contacto: cosasquesiento@gmail.com
Facebook:Rita
Twitter:C.Grant

Fotografía: wikipedia

viernes, 12 de septiembre de 2014

Infinito

Me preguntaste que qué era el infinito para mí…
Te miré y sonreí, como solo te sonreía a ti.

“El infinito son tus caricias sobre mi cuerpo.
El camino de tus besos hasta llegar a mi boca.
Tus ojos observando cuando te hablo.
Tu mano cayendo sobre mi mano…

El infinito son tus “te quiero” colgando
del precipicio de tus labios hasta llegar a mi oído.
El calor que desprenden tus abrazos.
Tu respiración entrecortada cuando duermes…

El infinito es cuando haces que cada momento cuente
y también cuando logras que las agujas del reloj se detengan.
El dolor que siento en las entrañas cuando te veo.
Tu risa flotando tras las horas, resonando en mi memoria…”

Pero no te lo tuve que decir…
Con mirarte y sonreír,
supiste lo que el infinito era para mí.






Por: Lady Writer
Twitter: @IreneNomada

martes, 9 de septiembre de 2014

Contigo

Hay días en los que siento que eres lo mejor que tengo.
Y otros en los que tu recuerdo es el dolor que me arde en el pecho.
Otros en los que ni te tengo, que nunca te tuve, y ya te pierdo.
Y me pierdo en besos que llevan tu nombre y no son tuyos.
Que tuyo es todo lo que llevo dentro, en el alma y en el cuerpo.
Y es tu cuerpo el que me falta, que es mi manta, mi cabaña.
Allí donde junté un puzzle de lágrimas que llevo clavado en el pecho.
Y de mi pecho hasta mi mano todo es vida que por ti respira.
Pero respirar no basta, no basta, si me privan de tu aliento.
Y con tu aliento tendría alimento hasta el último de mis días.
Pero cada día se hace eterno cuando sólo te quiero en silencio.
Y es quererte y no poder tenerte lo que me mata.
Morir es existir sin ti, estar presente y vagar como un ente.
No estás, me faltas, y no basta, vivir no basta si no es contigo.
No sé si creo en el destino, pero creo en mis latidos.
Y son ellos los que se disparan por ti, y no le veo sentido.
Que es justo lo que he perdido, el sentido, la razón, el juicio.
Me llaman loca y todo mi pecado ha sido encontrar el amor contigo.
Contigo, sin ti, me falta el mundo, me sobra el aire.
Aire que tú respiras pero estás tan lejos que en él no te siento.
Y me siento, te pienso, te echo de menos.
¿Cómo puedo echar de menos lo que nunca he tenido?
Y aun así lo quiero. Un todo contigo.
Ser por ti, y estar contigo.

Escrito por: Meg 
Google +
Twitter: @Esenciadeheroe

lunes, 8 de septiembre de 2014

Sueño inacabado


Soy lo que ves
un sueño inacabado
que le gusta perderse en tu piel.

Soy los suspiros,
los exhalos que tu cuerpo recela.

Soy la luna menguante,
la brisa de otoño,
las mañanas frías y el caliente café.

Soy tu sueño inacabado
pequeña porción de paraíso,
rinconcito de placer.

Allí donde quieres despertarte
y tu cama.. es mi trozo de papel.

Por Alex Madueño [am]
#poesía incluída en #poemarioúnico
#blog creativo #desrazonamientos
#twitter

sábado, 6 de septiembre de 2014

Eres todo y mas....




Raíces de mi alma
vestidos de promesas,
eres.

Eres,
quién me regala
las alas para ser feliz.

Silencio que huele
a despedida.

Retazos de recuerdos
que devuelven el calor
a mi vida,
eres..

Eres, pasado,
presente incierto.

Tristeza para soportar
lo venidero,
que marcará mi futuro.

Rabia, dudas, desconciertos,
eres.

Eres, amor, miedo
y ganas.