-¡Hola! ¿Puedes sacarnos de aquí?
-¡Eh, niño! ¡Aquí abajo!
-¿Quién eres?-preguntó el niño extrañado al no ver a nadie.
-¡Nosotros dos! ¡Aquí!
-¡No seas así, Félix! Perdona a mi
hermano, niño, es que está muy nervioso -suspiró una de las los dos
voces que le pedían ayuda.
-¡No os veo! ¿Dónde estáis?
- Estamos bajo la roca de la derecha.
- ¡No Lando!, tu derecha no, la derecha de él. ¿O tal vez es mi izquierda?
-¡Cangrejos!
-¡Shhhhhhhhh! ¡Baja la voz! ¿No ves qué podrían comernos?
-¡Oh!, ¡De acuerdo! ¡Lo siento!- Les contestó el niño echándose hacia atrás extrañado.
¡Era la primera vez que veía algo parecido! ¡No se lo creería nadie
cuando lo contase! ¡Cangrejos que hablaban! Seguro que a sus amigos les
encantaría saberlo.
-¡No lo riñas, Félix! ¿No te das cuenta de qué se ha asustado?
-Bueno, asustado, asustado… No del todo…-les contestó David mientras conseguía sacarlos de las rocas- ¡Ya estáis, libres!
- ¡Gracias, niño! ¡Ya era hora! ¡Vamos Lando! ¡Larguémonos!
-¿¡Pero adónde vas!? ¿Es que no piensas agradecerle el gesto?
-¡Ya lo he hecho, Lando! ¿No me has oído?
Es mejor que pongamos arena de por medio antes de que llegue alguien que
nos pesque y nos eche a la cazuela.
-Por cierto, ¿y tú cómo te
llamas?-preguntó Lando al niño, como si las personas estuvieran
acostumbradas a encontrarse con cangrejos parlantes todos los días-
Solamente faltas tú por decir tu nombre.
-Yo, yo… Yo me llamo David, y no quiero
ser grosero, pero nunca he visto a nadie como vosotros. ¡Sois dos
hermanos muy singulares!
-Hombre, pues para singular diría yo que
es tu careto, colega. ¿Pero te has fijado Lando en la expresión de bobo
que pone? ¿Es qué nunca antes habías visto cangrejos, David? ¡Menudo
careto! -repitió Félix.
-Me parece a mí, Félix, que el niño tiene
razón. Los humanos no están demasiado acostumbrados a esto. ¿Cuántos
años crees que puede tener?
-Mmmmmm, ¡Seguro que no más de siete!
-Repuso su hermano cruzándose de patas, en lugar de brazos, porque los
cangrejos tienen unas patitas que terminan en unas gruesas y atrapantes
pinzas.
-¡Ocho! ¡Tengo ocho años cumplidos!
- Será mejor que nos vayamos, Lando.
¡Hala, arreando! -Y Félix caminó unos pasos diciendo adiós al niño tras
haberse dado la vuelta con energía y rapidez.
-¡Eh, esperad! ¡Seguro que puedo ayudaros! ¡Se nos ocurrirá una solución para que nadie os pesque!
-¡Félix, vuelve! ¡Escuchemos a David al menos unos segundos! Quizá su proposición esté bien ¿no crees?
-¿¡Bien!?-Exclamó Félix a lo lejos.- ¿Y si
resulta que solamente pretende engañarnos y luego avisa a un adulto o
dos y nos pillan. ¡Ni pensarlo! ¡Adiós, amigo! ¡Yo me abro! ¡Tú haz lo
que quieras!
- ¿¡No crees qué si mi intención hubiera sido comerte no te habría ayudado!?
- ¡Pues eso es verdad, colega!
- ¡A lo mejor resulta que su idea es realmente buena! ¡Escuchemos lo que quiere decirnos!
David los llevo consigo aquel día y les construyó una preciosa pecera para que vivieran tranquilos.
Siempre ha guardado el secreto de que Lando y Félix pueden hablar. Solamente él conoce su extraordinaria cualidad.
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