martes, 30 de diciembre de 2014

Lucía (continuación)


-Los días pasaban en total reconciliación las sombras no asomaban sus narices intrépidas, cada nuevo amanecer llegaba insinuante, ante los amantes que se consumían en deseos ardiendo en su lecho, todo parecía volver a la normalidad, ella había regresado a su antiguo departamento, él felizmente sentía que su amabilidad, protección la consentían que ya nada le faltaría, pausadamente la seducía envolviéndola entre sus brazos y caricias ella se lo permitía, embriagada en su aroma recorría su hogar, escribiendo, soñando con volver a ser feliz, esta vez para siempre.

-Necesitaba de él, como él de ella, sus besos la adormecían, su piel, su boca y sus manos respondían al sortilegio de amor, nada la apartaría de su lado, la magia era un hecho, instalándose lentamente en sus vidas.

-Esteban regresaba temprano de la oficina y Lucía organizaba el tiempo disponiendo su uso junto al esposo, la felicidad preparaba un sabroso café matinal cautivando sus corazones.

-La joven levantaba la vista y las miradas se cruzaban conquistando las pupilas hechizadas, las sonrisas brotaban acercando sus cuerpos, tomabanse de las manos, admirando esos momentos de relax, como la pasión electrizaba el ambiente los trasladaba a un estado de ensueño, del que no querían despertar decididamente.

-Esteban regresaba de la reunión de los jueves, era la única noche que retornaba tarde, con un ramo de rosas rojas, y una tarjeta escrita a mano, que decía, “Allí donde exista el amor, seremos partícipes  tú y yo”.

- Abrió la puerta de su departamento las luces se encontraban apagadas, se apresuró a encenderlas se dirigió al dormitorio, en la habitación no encontró a su mujer, buscó en el baño y al tomar del picaporte notó que algo se interponía, empujó hasta abrir y grande fue el terror que sintió al ver su mujer tirada sobre el piso cubierta en sangre desvanecida, su respiración se conmocionó, necesitaba llamar a urgencias y las palabras no salían de su boca paralizada.

-Un grito al fin y acudieron los vecinos, Roberto se encargó de llamar la ambulancia, mirando fijamente a Esteban quien no podía salir de su estado de afligimiento.

-La mañana llegó el joven se encontraba parado al lado de la cama de su mujer, no podía imaginar que era lo que le habría sucedido, ni de dónde provenía la sangre.

-Al llegar el recambio de enfermeras le pidieron salir de la habitación, mirándolo con compasión  sabiendo que pronto el médico le diría lo que acontecía.

-El médico lo observó unos instantes antes de hablar, después de revisar a la paciente, y paulatinamente le fue aclarando lo ocurrido, la mujer había sufrido un aborto espontáneo, seguramente por la caída dentro de la habitación de baño…

-Esteban sintió que un puñal se clavaba en su interior para salir por cada orificio de los poros, corrió hacia el baño, vomitó los nervios y la angustia que esa terrible noticia le producía.

-Lucía comenzó a despertar, al abrir los ojos miro a su marido y puso una mano en su vientre, él se la tomó y besó pidiendo que regresara a dormir, que muy pronto regresarían al hogar, la joven asintió con la cabeza y cerró los párpados.

-Por la madrugada su pesadilla la llevó más lejos… Se encontraba en una habitación y de las piernas brotaba sangre que se escurría hasta los pies, ella buscaba la salida tratando de escapar, luego corría cayendo al pavimento, una mano la ayudaba a levantarse… Unas manos  fuertes, ágiles, y despertó llorando a Esteban quien se había dormido debido al cansancio.

-Él la abrazó y contuvo hasta que llegó la enfermera de turno, quien le inyectó un tranquilizante.

-A él, lo envió a descansar, ya que nada podía hacer, hasta llegada la media mañana que sería cuando el efecto del inyectable pasaría.

-Sentía que debía mantenerse a su lado, acomodó la silla y tomó asiento, a los minutos la enfermera regresó con una frazada y le ordenó que se recostara en la cama conjunta.

-Algo no le permitía dormir, las palabras del médico daban vueltas en su mente chocándose unas con otras, para volver armarse y así sucesivamente.

-Él sabía que eso no podía ser cierto, no podía estar pasando, miro a Lucía que descansaba cerró los ojos y se durmió.

-Por la mañana los médicos y enfermeras iban y venían, por los pasillos, los sonidos de los pasos retumbaban produciéndole fuertes dolores de cabeza, lavó su rostro y dejó correr el agua por las manos, tranquilizándose poco a poco.

-La joven despertó y nuevamente llevó la mano hacia su vientre, recordando que, cada vez que algo la ponía triste tenía ese reflejo… Continuará



Lucía: XXVI


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