En otra
parte de la ciudad, una señora enferma relataba a su hija la historia de cómo
había traído a su hijo al mundo…
Invierno,
junio del 1986
Abigail
sentía que sus fuerzas la abandonaban, ese terrible dolor se apoderaba
venciéndola, sus piernas temblaban desesperadamente, sus delgados brazos ya no
la sostenían.
-¡Fuerza!
Gritó la partera, -¡fuerza, que se nos muere!
Abigail
reunió todas sus fuerzas y lanzando un grito al cielo pujó, pujó hasta no poder
más y se desvaneció.
Su hijo
nació con tres kilos y medios, de fuertes pulmones su llanto se dejaba oír por
todo el recinto.
Al
revisarlo el médico pediatra notó que todo se encontraba bien, el recién nacido
gozaba de muy buena salud, ordenó a la enfermera vestirlo y colocar su cuna muy
cerca de la estufa.
Amanecía,
los primeros rayos de sol se colaban por la ventana, la madre abrió sus grandes
ojos cafés y buscó a su niño quien se encontraba dormido, a su lado en una diminuta
cuna, introdujo sus manos por debajo de las mantas y lo tomó en sus brazos, el
niño producía tiernos sonidos, gemidos que tocaban su joven corazón.
Abigail
sentía como su pecho se henchía de la emoción, todo su ser se estremecía, lo
apoyó sobre su pecho uniendo sus latidos, cerró sus ojos y solo sintió,
experimentaba por primera vez una sensación
que la llenaba de calma y amor.
Sus
párpados se nublaron, las lágrimas comenzaron a brotar. ¿Por qué Andrés no
estaba acompañándola? Limpió su nariz húmeda con la manga de su camisón y beso
a su bebe.
Colocó
suavemente al su hijo en la cuna y descansó… Continuará
Lucía:
IXX
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