sábado, 22 de febrero de 2014

Caminar

Tenía todas las soledades anidadas en el cabello, 
a veces se presentaban, como dolores, 
otra veces como sueños, caminaba entre las multitudes, 
extrañada de muchas cosas, pero ajena a lo importante, 
tenía más años y menos sueños, cansancio de desamores, 
e incredulidades mayores, las calles 
tan llenas y tan vacías de contenido,
la gente y sus caras, viendo sin observar, 
viviendo con apenas un leve respiro.
Los árboles y sus sombras incipientes,
los amantes de los jardines besándose en las bancas, 
deteniendo el mundo en besos,
ignorando las desgracias.
El suelo y sus desniveles,
el suelo y los rastros de la gente 
y esos extraños zapatos...
A veces encontraba su imagen entre cristales 
y dudaba de su presencia, había días que se soñaba lejana 
y despertaba siendo pequeña, 
apenas el pequeñísimo intento de haber sido 
y quedarse en el jamás fue, 
a fuerza de sueños frustrados 
se había acostumbrado a fumar, 
a quemar en humo ilusiones pasadas, 
mil vidas fallidas vueltas cenizas,
exorcizando las heridas de guerras libradas, 
aunque jamás ganadas.
El sol incendiando la acera,
le recuerda que debe seguir su camino,
los espejismos van y vienen, 
al igual que muchas cosas en la vida, 
son tan efímeros los momentos, 
resulta tan banal coleccionar 
sueños cual adornos de llavero.
Y aunque lo comprendía todo, 
no quería entender nada, 
llovían ideas en su mente y caminaba, 
caminaba para llegar al lugar donde nunca había ido, 
ése sitio donde se perdía su mirada, 
dónde pensaba se llenaba el vacío de no sentir nada, 
pero el vacío sin ser nada, 
era lo que ocupaba todo su sitio, todo lo que le rodeaba...
Imágenes grabadas en memoria fotográfica 
transitaban en contraposición 
con los rostros de acero y de piedra de la ciudad, 
largo tramo para olvidar.
Continua ruta de sin sabores, de lágrimas y de sal.

Soy Penélope 
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