Cerró sus
ojos y,
consumió
de la primavera
sus pétalos florecientes,
uno a
uno deshojó con sus fauces
el
néctar que habitaba en ellos
saboreando
sus dulces,
enriqueciéndose
con su savia
pernocto
dentro del capullo
más
tierno y frágil
haciéndolo
suyo,
su nido, su hogar,
bebió,
bebió de él
hasta
saciar su orgullo
y se durmió
a sus pies
satisfecho
al no verlo florecer,
quito
sus máscaras
tendió
sus espinas
e
inundo el lugar
con su
hiel.
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