miércoles, 19 de noviembre de 2014

Hoy, como ayer



Un peldaño más otro peldaño, y la luna se aleja inevitable, con su rostro plano, que lo toco, lo acaricio, con mis manos sedientas de verano.


 Las horas y los días incorruptibles nos consumen en su interminable, pesado corroer, el infierno descendió sobre el cemento calcinando nuestros sentimientos, cuando te pienso, cuando renaces en mi mente, como un recuerdo, como una imagen, sobre aquel busto de piedra, mohecido entre laureles y rocas, una figura célebre, inolvidable al paso del reloj de arena, al ruido de los motores.


Siempre estás, en cada calle, cada esquina, en la sonrisa de la plaza, en la soledad de sus bancos, en la farola intermitente, desdibujada algo bizca, en los árboles, en la profundidad de su madera, en el núcleo de lo que fue su esencia, en el naciente y esperanzado brote, que ansioso desea nacer a la vida, y morir a su suerte.


Hoy como ayer quisiera escribirte, una y mil cartas, y la alegría rebota por las comisuras de los dedos zigzagueando chispazos en el interior de mi naufragio, un oleaje de mil palabras inunda mi espacio y en él, te mueves como un inmigrante pájaro facetado, que asciende y desciende entre la marea de mis ojos, mis pupilas que te observan admiradas,  mareadas de lujuriosa pasión, balanceándote estrepitosamente sobre mi hoja en blanco.


Soñé contigo noche antiguas, vestidos de lunas en un desierto de olvidos, yo te miraba, afanosamente y en la sombra de tus párpados, se dibujaban letras y un te amo, sonriente, me tomé de tu mano, besé sus falanges, rocé sus uñas, en mis silencios, para desaparecer en la neblina de tu boca, en la humedad de tu lengua, en la inmediatez de tu ternura, en el placer de un orgasmo verbal cuidado, venerado y deseado tantas pretéritas, y futuras mañanas, junto a la llegada del rocío, al despertar ambicioso y bullicioso de los gorriones mirones.


Sueño un sueño lejano, en un desconocido territorio donde una vez en el ayer, nos amamos dormidos, al calor de la sal de tu playa, con sabor a molinos y versos, excitados por el brillo de las estrellas y su incontable presencia.


Una melodía a lo lejos corre, llueve, a la velocidad del tiempo, despilfarrando estrofas, dilapidando aceras con sus nostalgias, una baldosa se mueve al compás, otras irreverentes  cuestionan su proceder refunfuñando ecos a lo bajo, una lágrima sonriente, caminando de prisa la pisa muy oronda, sin pretender comulgarse, ni arrepentirse sigue su paso…



Nuevamente hoy, como ayer, el cielo dibuja tu nombre en un sinfín de espacios nuevos, muy nuestros, y una voz de mi interior aflora sin pensar, vociferando a los cuatro vientos te quiero!

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