Un peldaño más
otro peldaño, y la luna se aleja inevitable, con su rostro plano, que lo toco, lo acaricio, con mis manos
sedientas de verano.
Las horas y los días incorruptibles nos
consumen en su interminable, pesado corroer, el infierno
descendió sobre el cemento calcinando nuestros sentimientos, cuando te pienso,
cuando renaces en mi mente, como un recuerdo, como una imagen, sobre
aquel busto de piedra, mohecido entre laureles y rocas, una figura célebre, inolvidable al paso del
reloj de arena, al ruido de los motores.
Siempre estás, en
cada calle, cada esquina, en la sonrisa de la plaza, en la soledad de sus
bancos, en la farola intermitente, desdibujada algo bizca, en los árboles, en
la profundidad de su madera, en el núcleo de lo que fue su esencia, en el
naciente y esperanzado brote, que ansioso desea nacer a la vida, y morir a su
suerte.
Hoy como ayer
quisiera escribirte, una y mil cartas, y la alegría rebota por las comisuras de
los dedos zigzagueando chispazos en el interior de mi naufragio, un oleaje de
mil palabras inunda mi espacio y en él, te mueves como un inmigrante pájaro
facetado, que asciende y desciende entre la marea de mis ojos, mis pupilas que
te observan admiradas, mareadas de
lujuriosa pasión, balanceándote estrepitosamente sobre mi hoja en blanco.
Soñé contigo noche
antiguas, vestidos de lunas en un desierto de olvidos, yo te miraba,
afanosamente y en la sombra de tus párpados, se dibujaban letras y un te amo,
sonriente, me tomé de tu mano, besé sus falanges, rocé sus uñas, en mis
silencios, para desaparecer en la neblina de tu boca, en la humedad de tu
lengua, en la inmediatez de tu ternura, en el placer de un orgasmo verbal
cuidado, venerado y deseado tantas pretéritas, y futuras mañanas, junto a la
llegada del rocío, al despertar ambicioso y bullicioso de los gorriones
mirones.
Sueño un sueño
lejano, en un desconocido territorio donde una vez en el ayer, nos amamos
dormidos, al calor de la sal de tu playa, con sabor a molinos y versos, excitados
por el brillo de las estrellas y su incontable presencia.
Una melodía a lo
lejos corre, llueve, a la velocidad del tiempo, despilfarrando estrofas,
dilapidando aceras con sus nostalgias, una baldosa se mueve al compás, otras
irreverentes cuestionan su proceder
refunfuñando ecos a lo bajo, una lágrima sonriente, caminando de prisa la pisa
muy oronda, sin pretender comulgarse, ni arrepentirse sigue su paso…
Nuevamente hoy,
como ayer, el cielo dibuja tu nombre en un sinfín de espacios nuevos, muy
nuestros, y una voz de mi interior aflora sin pensar, vociferando a los cuatro
vientos te quiero!
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