Esteban
(Continuación)
Emprendió
la marcha, luego de dar varias vueltas sin sentido se encontró frente al departamento de Lucía, su único gran amor, era
su loca obsesión…
Estacionó
frente a su ventana, quedó allí por hora y media solo para ver si podría verla
siquiera un instante.
Decidió
que se iría, levanto la vista por última vez, y, allí estaba ella asomada a su
ventana como en la búsqueda de algo o alguien, vio cerrarse las cortinas y la
luz de su cuarto apagarse.
No podía
contener la idea de imaginarla, como se encontraría, sola en su lecho, toda
ella en su sensualidad, su aroma que corrompía sus sentidos hasta llevarlo al delirio.
Emprendió
su marcha perturbado, ansioso, al llegar a su hogar sintió la soledad, buscó en
la nevera algo que cenar, y lo arrojó al cesto de residuos, no sentía apetito,
en su mente solo existía ella solitaria
en su cama.
Podía con
solo cerrar los ojos recordar la tibieza
de su cuerpo, sus caricias, sus besos,
su sexo ardiente y demoledor…
Emprendió
su marcha hacia el dormitorio, se desvistió hasta quedar completamente desnudo
bajo el agua de la ducha que se escurría por su cuerpo, pensaba mientras el agua se escurría por su
espalda,
que esa
noche sería repetidamente otra noche de insomnio pensando en su amor.
El cansancio
se hizo notar y el sueño se fue apoderando de él. Se encontraba dormido cuando
sintió una suave caricia, creyó en su soñar, que se trababa de Lucia, su
adoración, se quedó inmóvil permitiendo que
su sueño se apoderara de todo su ser…
Quería,
necesitaba soñar con ella, pero las caricias se transformaron en besos, y abrió
sus grandes ojos complacidos, allí estaba ella, besándolo, acariciándolo, y
pronunció con su voz ronca de sueño y
excitación -¡Lucía! Y la mujer silencio
su voz con una mano sobre sus labios.
Lo beso
en el cuello, se recostó sobre su torso desnudo y se sentó sobre él, quitándose
la blusa con suave movimientos ascendentes…
Su perfume
no era el mismo, sus caricias eran otras, deseaba despertar pero le era
imposible reaccionar, y tomó a la mujer entre sus brazos y bebió del néctar de sus pechos con furia y
desesperación, la miro a los ojos y lo supo, Sarita, que había entrado con la
llave que él le había dado en sus noches solitarias…
La tomó
de sus cabellos, la beso de manera
iracunda, la dio vuelta quedando el detrás y la hizo suya, una y otra vez, quería
descargar su furia, porque no podía
tener a su amor, con quien realmente deseaba hacerlo en esos precisos momentos.
Sintió unas
ganas incontenibles de morder su cuello, su espalda, el nacimiento y el final
de su cintura, y lo hizo…
Le daba su sexo con enojo e impaciencia, sus gemidos
lo encolerizaban hasta la plenitud, sintió la llegada del cáliz lo vertió aferrándose
a ella de sus muslos, a toda su sensualidad, la oía gritar de placer, sus
susurros decían sí, sí, y vibraron al unísono relajando sus instintos con
suaves caricias, fue desenredando sus dedos de sus sedosos cabellos, sus rizos olían
a satisfacción, ella lo miro de frente, lo beso, y con voz melodiosa casi con vergüenza
le dijo, Te amo, a lo cual él respondió con un silencio rotundo.
Ella sabía
de sus sentimientos por Lucia, aun así,
no podía evitar decirle lo que por el sentía y luchar por su amor, ella no lo
abandonaría…. Continuará
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