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martes, 25 de noviembre de 2014

Lucía (continuación)


Ema


Estando en su cama comenzó a dudar de su cordura, recorriendo todos los movimientos del día y de los demás días recordando haber visto ese rostro en distintos momentos, al observar desde la ventana lo podía ver en el parque mirando hacia el edificio, al ir de compras muy cerca del puesto de diarios, sabía que lo conocía o que lo había visto en reiteradas veces…

Tomó el libro y continuó leyendo la  atrapante y magnifica historia, pasadas las dos de la mañana despertó con el libro en sus manos, lo apoyó sobre la mesa de luz, se quitó sus anteojos y apagó la luz.

En la oscuridad de su cuarto se asomaban las luces de la calle, una suave brisa entraba por su ventana que al mover las flores de su jarrón despedían sus aromas inundando la habitación, cerró los ojos y un ruido la obligó a reaccionar, levantó su mano en busca de la perilla del velador pero algo o alguien la sujetó aprisionándola en su cama.

Desesperadamente intentaba gritar, pedir auxilio, pero le era imposible un paño tapaba su boca, trataba de pelear pero todo era inútil su cuerpo era frágil para defenderse de semejante acto de crueldad, comenzó a desvanecerse viendo su vida pasar, sus sueños, alegrías, tristezas, los viajes que postergó, las palabras que no pronunció, su mascota amada,  las palomas del parque que la esperaban cada mañana, recordó aquel joven tan amable, el recorrido del taxi, que sería sin saberlo su último viaje, ya nada más podría ser, y ese mensaje de su hija adoptiva que nunca llegó, todo se iba de su esencia, se alejaba para darle la entrada a él que llegaba con una mano extendida a buscarla con su traje blanco que tan bien le asentaba.

Se paró delante de ella, la tomó de su mano y escuchó su voz que le decía, ven, ven amor a mis brazos ya no temas, estoy contigo, y juntos  partiremos hacia la eternidad, me has esperado vida mía y aquí estoy para amarte por siempre…


Ema se aferró con todas sus fuerzas y vio, que ya no había dolor ni tristezas, estaba en paz, solo amor había en su corazón y en sus recuerdos, miró hacia la cama y yacía su cuerpo inerte a merced de ese monstruo, lo vio huir de su departamento dejándola sin vida, y ascendió con su marido que había venido a llevarla ante la presencia de dios… Continuará


Lucía: XV

Lucía (continuación)

Ema


Al  siguiente y rutinario  día decidió que iría al cine, se sentía ahogada por el encierro, se vistió elegantemente, blusa negra, pollera blanca con un cinto muy delicado dorado y sandalias al tono, lo acompañó con un collar de perlas y pulseras, al finalizar la función se dirigió a una cafetería donde disfruto de un exquisito café Italiano y masas,  al bajar del taxi, de regreso a su departamento se creyó observada, miró a sus espaldas sin poder ver nada, emprendió su entrada velozmente y con miedo, volvió a mirar y le pareció ver que alguien subía los vidrios negros de su automóvil importado. Le dio aviso al guardia, quien descreído la escucho sin darle la mayor importancia, con la promesa de verificar su veracidad.

 La noche siguiente recordó  el episodio y pensó que solo era fruto de su imaginación, recogió las sobras de la cena y salió al patio por las escaleras llevando la bolsa de basura, caminaba lentamente con mucho cuidado de no resbalar, le pareció escuchar un ruido extraño que la abrumó, apuró su andar y de repente se encontró con un señor que venía muy de prisa por las escaleras, algo le decía que no se trataba de alguien del lugar y desvió su mirada, el sí se fijó en ella y siguió.

Ema sentía miedo, pero se dijo así misma que ya estaba algo vieja para estarse inventando historias y mucho más para ser presa del pánico.

Al llegar a su piso se apresuró a entrar notando que su puerta se encontraba abierta, vaciló un instante preguntándose si entrar o no,  no recordaba si habría cerrado bien la puerta de entrada de su hogar, encendió las luces y se tranquilizó, se sirvió un vaso de agua fresca y apagó las luces de la cocina y se retiró a descansar… Continuará


Lucía: XIV



Lucía (continuación)

Ema

Ema se levantó esa mañana pensando en cómo sería su día desde que había enviudado solo la tristeza era su compañía, se asomó por la ventana y se encontró con el sol que tímido asomaba sus rayos y se filtraban por la cortina como queriendo rozar su piel.

Se dirigió a la cocina dio de comer al gato entrado en años que no cesaba de maullar intensa y lastimosamente, era su consentido.

Pensó en darse una ducha mágica bien caliente para aliviar sus dolores, pero antes de hacerlo se acercó a su computador como lo hacía cada mañana, esperando encontrar por sorpresa algún mensaje.

Caminó pausadamente hasta el baño y dejó deslizar su bata por la espalda, soltó sus largos y finos cabellos y se permitió empapar por el mágico chorro de agua que la hacía sentir de maravillas.

Al salir de la ducha como nueva, se vistió cómodamente con jeans y remera suelta, se colocó zapatillas con suelas de goma y un pañuelo al cuello color rosa, solía decir cómoda pero  sin perder la elegancia.

Después de desayunar, salió a la calle para hacer los mandados rutinarios, por el camino se detenía a conversar con las aves de la plaza le gustaba disfrutar de su compañía.

Al llegar a la verdulería Don Juan el verdulero la consentía regalándole siempre una fruta de más, ella abonaba con una gran sonrisa, prodigándole bendiciones para él y su familia.

Al salir se dirigió a la librería para ver si había llegado algún material nuevo, y vio para su sorpresa la nueva novela de su autora favorita, que la hacía soñar con sus escritos, Lucía Mileno, no tenía mucha información de su biografía, pero a ella eso no le importaba.

En la vereda de su departamento saludó al guardia de seguridad y le regaló una fruta, a la que él recibió amablemente como cada mañana, su departamento se encontraba en el cuarto piso, al subir al ascensor se encontró con un elegante joven bien parecido a quien saludo, no sin antes pensar como le hubiese gustado tener treinta años menos y conquistar a ese hombre tan apuesto, sonrió, no podía dejar de verlo, sus manos eran fuertes y a su vez delicadas.
Al salir del ascensor se sintió ruborizar, al verse embriagada con su fragancia varonil, de pronto sus piernas se aflojaron haciéndola tambalear y caer al piso, el joven al escuchar el estruendo regresó y la ayudó a reincorporarse y la acompaño a su puerta ofreciéndole llamar a un médico, a lo cual la señora se rehusó… Continuará



Lucía: XIII




Lucía (continuación)

Lucía regresó a la ciudad al llegar a su departamento hecho una mirada a la ventana del músico la vio medio levantada y sus cortinas cerradas, en silencio absoluto, antes de pasar por la casilla del guardia miró a sus espaldas y entró por la angosta puerta de la entrada al pasar notó que cuidador la observaba, ella simplemente siguió, algún día entendería cual era el motivo por el cual le incomodaba verlo.

Al entrar a su departamento notó algo diferente un aroma desconocido, sus cosas se encontraban movidas de su lugar, buscó en las habitaciones todo parecía revuelto miro por la ventana porque le pareció ser observada al no ver a nadie cerró las cortinas con rapidez, sintió como su cuerpo se estremecía del miedo.

 ¿Qué peligro la acechaba, quien había entrado en su cuarto?

Salió en busca de un lugar donde albergarse y pensar cuál sería su siguiente paso, se hospedó en un hotel céntrico se registró, y abonó la noche. En su habitación más tranquila sacó su diario de la cartera y escribió.

Querido diario perdón por haberte abandonado, tengo infinidad de cosas por contarte, prepárate, y ahí narro todo lo sucedido hasta ese día, en el último renglón subrayado escribió, siento que algo malo me puede suceder, a cada momento presiento una mirada sobre mí, al acecho…

 ¿Tendrá algo que ver con mis pesadillas? Y lo cerró… Continuará


Lucía:XII





Lucía (continuación)


Los días pasaban el tiempo corría sin deseos de detenerse Lucía visitaba Centros culturales, ferias, las bibliotecas de los lugares más remotos, sus valijas subían y descendían de los taxis, su euforia crecía a pasos agigantados, su rostro se empalidecía, demacrada ante tanto ir y venir durante el día y, por las noches reuniones, agasajos y cenas interminables. No tenía tiempo de pensar en lo que ocurría solo se dejaba llevar por la vida.

Esteban cada día con mayores ocupaciones debido a su nueva sociedad las horas se multiplicaban en su oficina los correos se apilaban con datos que solo él conocía, Sarita siempre a su lado, recargando su agenda.

Por las noches llegaba cansado a su departamento sin deseos de nada se duchaba y dormía, otras noches el insomnio se apoderaba de él, pensando en su amada Lucía, sentía una angustia indescifrable como si ella lo necesitara. Sarita solo esperaba.

Al fin llegó un día de descanso en su agenda, se encontraba en una población muy pequeña donde sus habitantes eran muy hospitalarios, los árboles seguían un orden, al igual que sus casas de un mismo diseño y colores, los jardines floridos muy bien cuidados por la callejuela central sus farolas intermitentes codificadas, las mujeres sonrientes le mostraban sus tejidos y bordados otras sus recetas sorprendidas por su sencillez le hacían invitaciones y regalos,  Lucía se acercó a beber café en una cafetería más alejada necesitaba desconectarse de las personas por un momento, un señor se acercó con su acordeón y le dedicó una canción, ella quedó impactada con la voz del músico callejero, era suave y melodiosa al darle propina el hombre sacó una flor de su sombrero y se la regaló… Continuará






 Lucía:XI

lunes, 24 de noviembre de 2014

Mi eslabón

Se estremece mi mirada al ver tu sonrisa explayada

cuando dirijo de reojo mi reflejo hacia el espejo,

y te veo en mis pupilas grabado en mis retinas

tu rostro,

eres el expreso con destino al amor,

que despierta al mañana desde el hoy abriendo

sus alas hacia tu orilla donde tus pies cultivan


la sonrisa que me anima a seguir 

Lucía (continuación)


La mañana llegó esplendorosa con aroma a jazmines colándose por la ventana, el vapor del café dibujaba imágenes efímeras en el aire vertiendo su aroma en cada habitación deslizándose por debajo de la puerta de entrada y filtrándose en los ascensores, escaleras y demás dependencias, cruzando la calle se dejaban oír las máquinas de los trabajadores municipales cortando el césped del parque podando las ramas rebeldes, acicalando su fachada, los rociadores funcionaban rítmicamente con su silbido agudo, unos perros se lanzaban a la carrera por atrapar los finos chorros de agua que de ellos salían, por la vereda oeste un gato arrabalero regresaba a su hogar luego de su trasnochar, los gorriones y calandrias aturdían con sus trinos, los ceibos pintorescos regaban con sus flores alfombrando el lugar.

De uno en uno, iban llegando los artesanos con sus mochilas en mano sus caras risueñas y sus prendas multicolores, Raúl acomodaba su puesto de diarios y vociferaba los aumentos con rabietas, mientras la pava hervida levantaba su tapa, Don Juan el verdulero lavaba su vereda con la manguera en la espera de que llegara la fruta fresca, escuchaba a Raúl y sonreía, sabía que si alguna mujer se detenía a hablar de los chimentos de la farándula se olvidaría muy rápidamente de los aumentos.

Lucía después de su baño fue a correr al parque, disfrutaba del olor a pasto fresco, corría sin cansarse, saludaba a la gente, sonreía, subía y bajaba las escalinatas se sentía frenética, entusiasta.

Después de varias vueltas aminoró su marcha y se dirigió a la librería de la avenida que se encontraba cerca, miró la vidriera y allí estaba, vio su rostro en la tapa del libro, contenta realizó las compras en los mismos sitios de siempre, conversó con Don Juan el verdulero, con Raúl el diariero y regresó a su departamento, no sin antes mirar si se encontraba su vecino el violinista, nada pudo ver, no había señales de él.

Mientras se duchaba pensaba en su amiga en lo distintas que eran y como se complementaban, Alicia era un ser con mucha luz muy agradecida con la vida,  en el vestidor tomó una de las bolsas que ella le regalara y se probó las prendas, imitó su manera de caminar, de hablar sus gesticulaciones y ademanes, no pudo contener la risa realmente la estimaba luego guardo cada cosa en su cubículo se vistió y salió a su entrevista sobre el nuevo libro y sus plazos fijados.

Caminaba por la calle radiante sin problema alguno que ensombreciera su rostro femenino, sus caderas se contoneaban con simpleza y gracias, sus curvas no pasaban desapercibidas, al mirar sus pestañas parecían seguir un ritmo prefijado dibujando el contorno de sus ojos.

Volteó para ver, sintió por un segundo que alguien la observaba, sonrió, se dijo así misma que necesitaba unas vacaciones para alivianar su extres… Continuará


Lucía:X
Imagen tomada de la web













Lucía (continuación)

Lucía llegó cansada de la firma del nuevo libro, su muñeca ya no resistiría una firma más, decidió que un baño con sales y música suave serían la solución, así lo hizo, encendió unas velas y el clima estaba propenso para la relajación que tanto necesitaba.

Al salir del baño se vistió cómodamente con remera, short y zapatillas, abrió una botella de vino, se sirvió y festejó su progreso. Con la entrega de este libro, había firmado un contrato para su nueva publicación.

No contuvo las ganas de reír y gritar que sentía, no importaba qué pensarían sus vecinos.
Sonó el teléfono, era su amiga Alicia la cual no había podido asistir al evento debido a que se encontraba de viaje de negocios, y juntas rieron y gritaron…

Al colgar volvió a sonar, pensó que su amiga habría olvidado algo que comentar.

Era Esteban con su encantadora voz, que hechizaba sus barreras descendiéndolas hasta el infierno, preguntaba si sería posible que subiera ya que se encontraba en la puerta del edificio, sin saber cómo reaccionar, contestó vacilante, sí.

De repente sintió como sus piernas se tambaleaban, no permitiría que nada arruinara su momento de gloria, caminó pausadamente hacia la puerta de entrada, delicada sutileza, agraciada belleza sus curvas, esperó, sabía que él no usaría el ascensor, al abrir la puerta, lo vio, parado con la  elegancia que lo caracterizaba, y, pensó en lo apuesto que se veía y sentía.

Lo invitó a pasar y su aroma la envolvió como en un sueño, hablaron, rieron, El joven se arremangó las mangas de la camisa de seda Italiana para abrir una botella, y se miraron detenida y pausadamente, ella fijó su vista en sus brazos, en sus manos fuertes y velludas. Recordó sus abrazos que la hacían sentir tan segura.  El, observó su escote, que si bien no era prominente, si era insinuante y provocativo, para él, que conocía lo que allí se ocultaba sin dejarse ver.

Esteban preparó la cena, sabía que ella no la prepararía, y se iría a la cama sin cenar, la conocía muy bien.

Después de verla cenar, se dispuso a despedirse, no quería de ningún modo hacerlo,  pero respetaría a su amada, así todo su ser le dijera lo contrario. Se acercó para saludarla y sus aromas se mezclaron, sintió como su cuerpo se erizaba junto con su piel, ella, sintió un nudo en la garganta, quería que él se lo pidiera, que deseara quedarse, lo deseaba con insistencia.

Esteban la miró y esperó, muy dentro suyo deseaba que ella le pidiera que se quedara, pero solo la abrazó y beso en la mejilla, podía sentir la proximidad de sus labios, sus tibios pechos pegados a su cuerpo, su perfume y la suavidad de sus cabellos, sus piernas temblaban, y se regocijó al saber que ella lo deseaba. Le robó un beso al cual ella disfruto y acompañó, se separaron sus cuerpos febriles y danzantes sedientos de ese tórrido encuentro y se despidieron… Continuará







sábado, 22 de noviembre de 2014

Lucía (continuación)

Esteban
Esteban se preparó un café doble para despabilarse, no había dormido en toda la noche,  tomó una ducha rápida, se vistió, bebió su café ya tibio y se dirigió a su escritorio, recogió su maletín cuando vio unos papeles que debía colocar en su caja fuerte, en su pronto accionar cayeron de sus manos algunos sobres, solo le importó uno de ellos y rápidamente los guardó en el mismo sitio.

Caminó hacia la puerta y  detuvo su mirada al tomar el picaporte, su mano, su anillo.

Bajó los seis pisos por las escaleras muy deprisa, al llegar al estacionamiento saludo al guardia y le entregó un sobre cerrado, le palmeó la espalda y se dispuso a subir a su vehículo cuando el empleado, Roberto le preguntó, -¿Está todo bien señor?

Esteban advirtió que había notado sus ojeras y su rostro demacrado, con un leve movimiento de cabeza asintió.

El día  le resultaba interminable en la oficina, se sentía ahogado,  debía concluir unos asuntos pendientes antes de finalizar la jornada.

A media hora de terminar la tarde, se hizo presente Sarita su secretaria, una rubia de un metro ochenta de finas curvas, polleras cortas muy ceñidas y tacones, a confirmarle que ya todos se habían retirado.

Le preguntó si esa noche saldrían a beber algo, El, la tomó entre sus brazos y pudo sentir su suave aroma y la fragilidad de su cuerpo deshaciéndose en sus manos, la besó y le respondió que tendría que ser otro día porque se sentía muy cansado, a lo cual ella, luego de insistir con suaves caricias y besos aceptó.

Esteban ya arriba de su coche se recriminó sintiéndose un tonto por haber desaprovechado esa excitante oportunidad, y la siguió con la vista mientras ella se retiraba del lugar en su coche importado.

Esbozó una sonrisa al pensar en quien sería su próxima víctima, Sara no era una mujer que aceptara
negativas, no se iría sola a su hogar.

   Continuará…


viernes, 21 de noviembre de 2014

Tu

Cuando el día nace
y su sombra se va cubriendo de luz,
la mañana se viste de seda en tu piel,
el viento abanica sus vestidos
esparciendo tu aroma
en el espacio de mis sentidos,

los suspiros se atolondran,
agolpándose para salir amedrentados
recorriendo la faringe en su calor,
golpeando fuerte, muy fuerte,
mis vestiduras, tu voz,

socavando palabras guardadas,
de mi boca amurallada
reservada para ti,
tu mirada, tu mirada,
tímida, cristalina,
humedeciendo mi desnudez.

De esa copa de vino…
Que no bebimos,
afloraron los deseos
mil caricias y un te quiero,
enterneciendo mi ser.

Has logrado, tú, perturbar mis días,
mis noches, cada uno de mis sueños,
conduciéndome a la irremediable locura,
desvaneciendo mis fronteras,
guiando a las estrellas en el camino
hacia tu amor…


miércoles, 12 de noviembre de 2014

Lucía (continuación)

-Decidió que no se daría la ducha apresurada de cada día, hoy se relajaría.

-Puso a llenar la bañera con agua tibia, sales, roció aceites esenciales aroma a sándalo, rosa y violeta, música suave y romántica, era la música que a ella más le gustaba la hacía sentir relajada y encendió unas velas  torneadas de miel para acompañar.

-Se sumergió en compañía de su soledad, cerró los ojos almendrados y se transportó hacia otro sitio, en otro tiempo, a otra realidad cuando su mundo estaba colmado de caricias y besos, deseaba olvidar por un momento la soledad agobiante en la que se encontraba.

-Embriagada con sus recuerdos, las fragancias que desprendía el lugar, a la tenue luz de la vela y la resaca que ello le producía vio como su cuerpo se estremecía y se sintió extraña,
la melancolía se apoderaba de ella y su piel ardía de deseos reprimidos y olvidados.

-Los recueros de ese amor ausente seguían grabados con tinta indeleble, venían a su memoria como llamaradas ardientes una y otra vez, llenándola de ausencias y silencios, de pronto se encontraba en las reminiscencias de sus besos, sus tórridas caricias, los masajes en su cuello, su aroma a masculinidad, sus fuertes y cálidas manos acariciando todo su cuerpo haciéndola estremecer de placer.

-Como olvidar, como olvidar sus noches, sus mañanas amándolo en su lecho, los rayos del sol calentando sus cuerpos desfallecientes, como olvidar lo que una vez amo y le perteneció en cuerpo y alma, deslizó su mano derecha por su vientre tibio casi como un sutil roce, y fue jugando a soñar y se dejó llevar, y jugó, jugó, su respiración fue en aumento jadeos y suspiros, esas manos suaves y delicadas recorrían toda su longitud frenética y exquisitamente subían y bajaban haciéndola vibrar, un gemido suave ahogado esbozó con alivio, soltura y desahogo.

-Cerró los ojos con fuerza, profundamente como queriendo conservar ese mágico momento de satisfacción e íntimo para sí,  pero sus sentidos y todo su ser aún se mantenían temblando en pleno goce.

-Todo era silencio, la música había terminado, la vela se encontraba apagada y el agua yacía fría.

-Se envolvió con una toalla blanca reluciente que ella misma había bordado, jazmines con hilos de seda, esa había sido su inspiración para decorar su ajuar al comenzar su estadía de soltera, en las tardes frías se dedicaba a personalizar sus objetos creando un clima de romanticismo y color en todo su hogar.

-Al pasar por el pasillo que daba a su habitación se percató de la melodía que provenía del departamento continuo era un joven aprendiz de violín que hacía maravillas con el instrumento, dejo caer la toalla al piso y se dispuso a vestirse y disfrutar de ese sonido melodioso, sus ventanas se mantenían abiertas de par en par, y se embebió de ella. 

-Su estado anímico fue cambiando, una sensación de frescura la invadió y decidió salir a correr, su cuerpo se lo pedía a gritos, alimentó a su gato Naiel, se puso zapatillas y vestimenta cómoda para la ocasión.

-Al salir se cruzó con el portero quien limpiaba las escaleras, por lo tanto debió tomar el ascensor, al llegar a la puerta de entrada se encontró con el guardia de seguridad a quien miró sin saludar, le resultaba un ser funesto, ciertamente había algo en él que la irritaba.

-Caminó hacia la calle y dirigió su mirada para ver quién era que la observaba, con disgusto confirmo que se trataba del guardia desde su cabina, se apresuró para alejarse lo más pronto posible y se mezcló con el resto.

-Mientras corría pensaba en lo que había sucedido en su bañera y una agradable sensación la invadió, pudo sentir como se ruborizaba pero no le importó y continuó su andar.

-Se encontraba agotada después de varias vueltas, se sentó a la sombra, bebió agua y vio jugar a los niños por el tobogán, un perro chihuahua corría detrás de una pelota sin poderla alcanzar, a lo lejos un grupo de ancianos se batían a duelo en un partido de bochas con sus lentos y frágiles movimientos.

-Recordó que debía hacer las compras, pasaría primero por la verdulería de Don Juan, en busca de verduras, frutas y alguna ensalada, Juan el verdulero siempre le permitía elegir a su gusto, así poder disfrutar de su grata compañía y de sus exuberancias que a él tanto le gustaban, luego de una extensa y complaciente charla, Lucía pasó por el diario donde se encontraba Don Raúl el diariero, un Italiano que venía escapando del hambre y del polentoni, como él decía.

-Hablaron del tiempo, de cuanto habían subido los precios y de algún chisme de la farándula porque de eso sí que estaba siempre informado él.

-Luego fue por los demás comestibles y bebidas que necesitaría.

-De regreso a una cuadra de su casa se escuchaba el sonido del violín de su vecino, miró, quizás podría verlo manipular el instrumento, pero nada pudo ver, era un misterio por  resolver.

-Al subir por las empinadas escaleras se acercó el joven portero, para notificarla que había deslizado por debajo de su puerta su debida correspondencia, ella le agradeció con una enorme sonrisa, seguramente cuentas que saldar, facturas y publicidad se dijo para sí.

-Al entrar se encontró con un sobre delicadamente perfumado de fino papel,- ¿de quién será? Se preguntó, carecía de remitente, solo su nombre y dirección.

-Rápidamente lo abrió sin romperlo, se trataba de una nota de su ex, con un delicado papel rosa perfumado finamente envejecido como solo le gustaba a él ser, meticuloso y obsesivo.

-Lucía se sentó para poder leer, un nudo en su garganta no le permitió emitir sonido alguno ni llorar, solo leyó y la colocó por un instante cerca muy cerca de su corazón y la apretó fuerte muy fuerte.

-Sentimientos confusos no le permitieron seguir con la lectura, la vista se le había empañado con incesantes lágrimas que corrían en busca de su cauce, colocó nuevamente la carta en el sobre de donde pensó nunca debió haberla sacado... Continuará


(Imagen tomada de la web)
Lucía cuenta con DERECHOS DE AUTOR

Lucía

-La mañana incipiente irrigaba el paisaje humedeciendo los jazmines que generosos despedían sus aromas colándose por las transparencias de las ventanas, inundando todo el lugar tornándolo apacible y acogedor.

-Lucía despertó, miró a través de las cortinas y vio asomarse el día, respiró profundamente para embriagarse con sus fragancias, desde su ventanal podía divisar los dibujos de la ciudad que se encontraba en marcha, vapores y smog creaban una niebla ocultando gran parte de ella.

-Bendecía el momento en que decidió mudarse, si bien no era suficientemente espacioso su departamento, lo que le fascinaba era poder cruzar la calle y encontrarse con el parque, junto a la naturaleza que él le ofrecía, árboles florales y la brisa que recorría las copas de los pinos entremezclando los diversos aromas que cada uno de ellos desprendían.

-Le gustaba ver los perros refrescarse en el lago que allí había, jugaban sin preocupaciones se divertían, como ella al observarlos fascinada.

-Adoraba escuchar las risas de los niños al jugar, los vendedores con sus cantos ofreciendo las variedades de sus productos, los jóvenes que con sus instrumentos iban a ensayar, las personas se amontonaban a su alrededor expectantes de su música y estilo.

-Magos, payasos, actores callejeros se daban cita cada día, todos disfrutaban del espectáculo, risas, aplausos luego uno de ellos pasaba la gorra y se marchaban contentos hacia otro lugar.

-Desde el lado este del parque se podía ver la tranquilidad del río, con sus aguas apacibles, se encontraba cerca, más bien solo se debía cruzar la gran avenida con sus correntadas callejeras donde la velocidad zigzagueaba como vendaval.

-A lo largo de la orilla del río se encontraba el puerto, con sus galpones algo oxidados y olvidados, colmados de añejas historias de tiempos de herrumbres y abandonos.

-Allí, imponente de mansas aguas marrones los recibía el río, llegaban y encallaban enormes barcos de diferentes partes del mundo a la espera de poder cargar y descargar, nostálgicos marinos con sueños de sus tierras, rostros fatigados, con hambre de nuevas experiencias desembarcaban por las noches rumbo a los establecimientos de diversión nocturna y transitoria, donde los clientes podían beber, cenar y bailar en compañía de bellas señoritas que vaciaban sus bolsillos, llevándose no solo su dinero sino que también muchos de sus recuerdos.

-Lucía cada mañana bajaba a correr por el parque, le gustaba rodearlo y mezclarse con la gente ser una más, pero ese día no sentía deseos de salir, decidió quedarse en casa y acomodar viejas fotografías que la hacían rememorar cada momento en que las había tomado.


-Las apiló, tomo el baúl de los recuerdos y allí nuevamente las colocó, junto a una ramita de lavanda sujeta con una cinta rosa y otra carmín... Continuará

jueves, 23 de octubre de 2014

Ella y yo

Abracé su cintura,

tomando cada ángulo,

sucumbiendo en el sol  de sus vértices,

dibujando figuras en mi mente y en mi paladar,

bebí de su vientre,

de la infinidad de sus poros,

cada uno de ellos derritiéndose en mis manos,

su primavera desnudez en mi boca,

desvaneció su candidez entre mis brazos,

oyeron mis oídos sus gemidos,

sus ruegos por mas,

suspiros de felicidad

retumbaban en la habitación,

donde fuimos solo dos,

cabalgando contra el tiempo,

nuestros cuerpos, edades

fundiéndose al amor,

ella hablaba de literatura,

letras y demás,

yo marcaba sus ritmos,

sus pausas,

cada punto y coma,

conjugando los verbos,

extasiados  pedimos,

gritamos al unísono,

porque nunca llegara el final,

 y el silencio abruptamente irrumpió,

sellamos nuestras bocas,

con un beso de inmensa pasión,

mirándonos a los ojos,

reflejándome en su tersura,

pinté mis hilos de plata,

desde muy adentro

nació nuevamente la ilusión,

aquella noche,

en nuestro, mi lecho,

fuimos ella y yo…





domingo, 31 de agosto de 2014

Sentidos dentro de mí

Un encuentro de emociones se lleva a cabo dentro de mi pecho, como callarlas si en todas partes figura tu nombre, tu nombre con cada sílaba, cada vocal resbalando por mis labios, saltando hacia una convención en donde nadie ha faltado, cada apacible sensación asiste instalándose sin encontrar obstáculos, cada puerta abierta sin picaportes, cerrojos ni candados. A los ventanales les he quitado las bisagras y también los vidrios y cortinas, para llenar todo mi espacio contigo para derramarme e inundarme de ti, de lo que en mi produces desde, donde, cuando y donde te amo. Esculpí tus superficies en mis zonas geográficas en busca de las latitudes de tu piel, y me elevo soñando contigo transportándome a tu abrigo, al resguardo de tus fantasías, cegándome en tus instintos primarios. He desbordado de amaneceres junto al gorjeo de los pájaros, al perfume de las flores silvestres a las sirenas del viento que me concilian con tu canto, con tu yo, en un concierto de alfileres cayendo, tintineando sobre las mansas aguas. Tarareo tu nombre despacio, tan largo y sonoro que mi voz da lugar al nacimiento del silencio empatizando con mis lados todos, que solo piensan y se colman de tu presencia tan presente en mi memoria a toda hora.
Soy Amelia Orellano Bracaccini:
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viernes, 29 de agosto de 2014

La nota

Y si un día me encuentras en silencio, sabrás que mis palabras se habrán agotado, que el mutismo tomó su lugar dejando paso al agotamiento sin reproches ni peleas, solo así veras su anuncio, en un cartel de invisibilidad que retumbara con ecos pedregosos desde el fondo de mi alma, quien coloreara sus grises de un invierno desolado. Al costado de la cama verás una valija donde la sonrisa quedará claustrada y la nada reirá con la sortija de la desilusión. Reinando en el baúl de los recuerdos quedarán los sonidos sin emitir en la espera por apilarse en frases, comentarios sonrisas y canciones. Sé que desde ese frío instante desearás con fervor cerrar fuertemente tus ojos de mirada ausente, y contar con el poder del ayer cuando no escuchabas cuando no veías que la marea abría una grieta entre nosotros, querrás volver y abrir tus sentidas retinas de pestañas largas, espesas de primaveras añejas y dar cuerdas inversas a ese reloj bullicioso y detener el silencio de tus actos, vaciar la vasija de la incomprensión y al fin poner atención a cada mañana, donde juntos despertábamos y apretaba la ausencia de sonrisas junto a la carencia de voces, y palabras de afecto que llenan el alma de sueños y desvelos. Te sorprenderías al saber cuántas veces te soñé a mi lado, teniéndote tan cerca con tu presencia cautiva de vacíos echando raíces sobre los nidos de tu egoísmo, desearás la llegada del ocaso y correr hacia esos brazos ya no tuyos, solo míos. Pero eso sabes amor, eso solo será si un día me encuentras en silencio, y ya no ves en mis pupilas tu reflejo, y mi cuerpo no despierta con tu aroma ocultando los reproches y los reclamos, si ese día me ves bajar los brazos, por conservarte, por conservarme y por conservarnos juntos, unidos en una fusión de ilusiones y esperanzas , en cambio verás el del veneno del adiós con un tono amargo como musgo seco quemándose a millones de kilómetros, en ese momento sabrás que todo intento de
será en vano. Solo si un día… Amelia Orellano Bracaccini

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