Varias
semanas después...
-Abrió
sus ojos al asomarse la mañana, gris y fría, miró rápidamente a su alrededor y
vio a su pequeño dormido dentro de una caja húmeda de cartón, por el agua que se escurría de las alcantarillas.
-El
viento soplaba fuertemente como un loco delirante y el frío penetraba los
huesos, pensó cuánto tiempo más resistiría debajo de ese puente, caminó unos
cuantos metros sin alejarse, en busca de papeles y ramas para encender el
fuego.
-Por
las noches en sus sueños, Andrés llegaba extendiendo sus brazos dulcemente para
abrazarla, impregnándole su aroma en su piel, en su rostro, luego tomaba al
niño entre sus brazos y juntos se marchaban de ese horrible lugar. Lo sentía
tan intenso, que dolía el despertar.
-Por
las tardes miraba hacia la ciudad, en la espera de la noche, cuando el vendría
a sus sueños rescatándola con su amor.
-Dos
años llevaban viviendo debajo del puente, la ciudad era un caos las guerras de
pandillas azotaban con su violencia, se apoderaban de las calles, y las
personas se alejaban de las grandes
ciudades en busca de pequeñas poblaciones, el hambre hacía estragos y los
hospitales no daban abasto.
-Abigail
enseñaba a su hijo a leer y a sembrar en la huerta que había construido a la sombra de unos árboles, Rafael era un
niño muy despierto, entendía muy bien lo que su madre le enseñaba.
-Así de esa manera humilde eran felices, sin
depender de nadie, Rafael tarareaba una melodía que su madre le cantaba cada
día, mientras jugaba con unos pequeños juguetes de madera que ella misma le
tallaba, Abigail no olvidaba…
-Abigail
Corría con sus cabellos al viento sin mirar atrás, sentía el frío helado en su
rostro sin importar que lágrimas saladas
formaran charcos en su blusa, corría, sentía que sus piernas no conocían el
cansancio, una fuerza dentro de ella la hacía seguir, cada vez más, y más,
sentía que el camino se alargaba cortándole la respiración, dio un recorrido
por la guardia de aquel hospital con su hijo en brazos y sus pies descalzos
hasta que al fin se desmayó.
-Despertó
después de varios días, el color había vuelto a sus mejillas, su cuerpo estaba
limpio, sus cabellos brillaban, era joven nuevamente…
-Su hijo
se encontraba de pie al borde de su cama, con una manzana en sus manos
sonriente, todo había pasado, solo se trató de una descompensación por el frío,
pronto estaba por llegar la primavera, pero el frío rezagado se negaba a
marcharse.
-Abigail
miro a su niño, limpio, con vestimentas nuevas, zapatillas en sus pies, y vio,
que esa vida no era lo que ella deseaba para él.
-El
médico al conocer su situación le brindó su apoyo llevándola a una pequeña
vivienda que fuese de su madre cuando aún
vivía, así pasaban sus días la primavera había llegado, Abigail
consiguió trabajo en el hospital, su hijo asistía a la escuela, y el médico la visitaba
cada día enamorado y admirado por su valentía.
En el
presente...
-A los tres años de casados naciste tú, hija, ahora entiendes las
razones por que tu hermano hace lo que hace, al morir tu padre nos dejó solo
deudas, Rafael se hizo cargo de la familia, son sus negocios los que nos sacan
adelante y hacen que nada nos falte.
-Nadie sabía exactamente a lo que Rafael se dedicaba, hacía préstamos,
compraba empresas que se encontraban en ruinas, se quedaba con las viviendas de
sus clientes, y con la de su padre, que un día viniera por un préstamo sin
saber frente a quien estaba parado.
-La promesa de Abigail se había cumplido, ahora Rafael y Esteban eran
socios, sin conocer el último que se trataba de su hermano… Continuará
Lucía: XXI - XXII